lunes, 3 de noviembre de 2014

Filosofía barata

Un poco de filosofía barata. Todo el mundo lo hace, ¿yo no puedo? Nada que tenga fundamento, nada que esté comprobado. Porque esto de la filosofía barata es como el lado frío de la almohada: cuando le das la vuelta deja de estar fresquito y tienes que joderte la vida con la oreja sudada a ratos. Y es como todo, en los veranos podemos disfrutar de los breves instantes del frescor del lado oculto, pero hay inviernos en los que preferimos dejar nuestra almohada tal y como está, que se está bien así. Esos momentos de debilidad en los que te jode estar solo, pero entiendes que estar solo siendo débil te hace fuerte; momentos en los que echas de menos cosas que ni siquiera llegaron a ser en realidad, pero era invierno. Hasta que llego el verano y hubo que darle la vuelta a la almohada. Las cosas cambian a cada minuto que pasa. Morimos tan despacio que cuando llega el momento nos parece que la vida son dos días, tan despacio que ni nos damos cuenta y dejamos caer las hojas, llover en el mar y dejamos pasar delante a las chicas guapas en bikini. Si subimos a una montaña, es para mirar hacia abajo, si bajamos a un barranco es para mirar hacia arriba. Nadie mira al cielo cuando llueve. Nadie mira a quien tiene enfrente salvo si es un espejo, y recorremos el mundo buscando un espejo en el que mirarnos y algo que nos devuelva nuestras propias palabras. Un “tienes razón” da más ánimo que un “te equivocas”, hay quien lucha hasta que le dan la razón solo para que se calle o porque les apunta con un arma, hay quien tiene la razón pero ni se molesta en luchar. Montar el puzle de nuestras vidas, requeriría crear otro por montar en el que montamos el previo. Así que, ¿para qué andar montando puzles? ¿Para qué preocuparse por lo que tengamos o dejemos de tener? ¿Qué más da si el tiempo va o viene? ¿Qué más da estar soñando que vivimos o estar soñando con vivir? Si hasta los que no tenemos respuestas para nada tenemos derecho a preguntar cosas que no queremos que nos respondan. Si puede que, después de todo, la gracia de todo esto sea jugar a responderse a uno mismo algún día. Si no, no tendría gracia.

jueves, 2 de octubre de 2014

Dragón Rojo - V

¿Sabes ese momento en el que estás a punto de tirarlo todo por la borda, tu vida te pasa por delante de los ojos, te deshaces en lágrimas y al final no puedes hacerlo? Bien, pues a mí no me pasa. Tengo muy claro que tengo que cumplir estos objetivos, y no me importa si tú y tu amigo chicano os atravesáis el corazón con un palo afilado mientras os dais un morreo. Me la pela. Esa es la expresión correcta. Ahora bien, Bob, me la pela si te llamas Alfredo, Juanito o Ronaldo, te llamas Bob, porque lo digo yo. Eso y porque tus rastas me recuerdan a Bob Marley, One love, ¿Lo pillas? Bien, porque tú eres el vigía, tú tienes el 7’62 mm, los prismáticos y la visión nocturna; si algo chungo pasa o si tu nariz chata de perro guardián huele alguna cagada que no debería estar ahí, quiero saberlo. A ver, Laica, que me imagino que sabes por qué te llamo así, y como hagas otra mueca tu puto nombre va a ser Frijolita; tú eres la hacker, me he encargado de que la furgoneta esté bien equipada para el momento, así que espero que logres colarte en el servidor externo a través del wifi del local y te enteres de toda la porquería que tengan ahí guardada, quiero hasta la puta lista de precios de los cócteles. Manito me dijo que sois buenos, pero seréis novatos hasta que diga lo contrario y no voy a ir limpiando esos culos sureños toda la noche, así que lo que sea que eche una mano para que os concentréis, una paja, un chute… es el momento, en media hora entramos y estamos abiertos hasta el amanecer. Hala, ¿a que parecía que lo tenia ensayado? Pues no, me sale solo, soy así de bueno. Venga, a mamarla.

A veces se sorprendía a sí mismo de lo borde que podía llegar a ser, pero era la única manera de hacerles comprender que no le importaban una mierda. Necesitaba que fueran profesionales, no una pandilla de amigos, tenía que ser una operación limpia, ella estaba ahí y no podía fallar ni por medio milímetro. Así que no tenia otro remedio que ser el sargento Haartman, amargar y cabrear un poco al personal, para que quisieran hacer bien las cosas para irse a casa cuanto antes y perderle de vista. En este mundo, si no haces las cosas bien, mueres o te matan, así que no tenían otro remedio después de aceptar el sucio dinero. Hay cierta gente en el bajo mundo de la que no se puede escapar.

Antes de darse cuenta estaba dentro de aquel local que solía frecuentar cuando tenia algún negocio sucio que solucionar, era algo así como "terreno neutral". A veces no entendía qué carajo iba hacer allí, con tratos que prácticamente estaban cerrados o que solo necesitaban que le hundiera la cabeza a alguien en un retrete lleno de mierda, pero así eran las cosas. De cualquier forma, esta vez era distinto. El plan era negociar con un par de jefes de mafias rusas que se habían estado metiendo en el territorio del cartel. Manito le mandaba porque en esos años se había convertido en una especie de carta del triunfo, no tenía nada que perder, así que muchas veces la gente hacía lo que decía por miedo. Los rusos no eran iguales, estaban organizados, sus corazones eran tan fríos y difíciles de tragar como su vodka y, todo hay que decirlo, eran jodidamente buenos en lo que hacían. Tenían a toda la gente de la ciudad cagándose de miedo. Era comprensible, contrataban soldados mal pagados de las fuerzas especiales rusas, debían pagarles con vodka de la tundra, porque nadie había logrado sobornar a uno; eran soldados vacíos y sedientos de sangre que servían a un único amo, como perros carroñeros. Realmente no tenia idea de como serian de buenos haciendo su trabajo, teniendo en cuenta que se enfrentaban a pandillas y a chicanos parlanchines bebedores de licor de cactus, así que era de esperar que no fuera necesario un gran esfuerzo para dar por saco con toda la maraña de basura que había allí formada.

Cuando hablaba con Ivanov le costaba mantener la compostura. Tenia ese acento eslavo tan gracioso de las películas y no podía quitarse de la cabeza a aquel hombre diciendo “bebamos vodka, camarada”. En esos momentos se ponía a prueba todo lo que había aguantado sin reírse al oír hablar a los jefes del cartel, criados entre destiladoras de tequila y amamantados con coca sin cortar. Las cosas no iban bien, ese tipo quería dar por culo a todos, ni siquiera cobraba una fianza para rebajarte la pena, pretendía meter su congelada polla rusa por el culo de todos en aquella ciudad, y además quería hacerlo mirándonos a los ojos esbozando una sonrisa al mascullar “sois mis putas”. Personalmente, se la soplaba, le gustaba el vodka tanto como el tequila y la idea de tener un Ak-74u y no una mierda de pistola chunga, que no ponía donde la habían hecho porque ningún país había querido atribuirse semejante mierda que solo mataba de risa, le resultaba más atrayente. Pero bueno, había que seguir el plan. Los explosivos estaban colocados, solo tenía que encontrarla y sacarla de allí. Lo que no había planeado es que ella se pusiera en plan hija abandonada pidiendo explicaciones. Bastante hacía jugándose el culo otra vez para salvarla, joder. Le echó un rollo para que se le mojaran un poco las bragas y tenerla más receptiva y la mandó a su coche. Listo, cabos atados. Aquella noche solo había invitados de los rusos en el local, había poca gente ya que nadie quería ser precisamente camaradas suyos por las buenas. Por alguna extraña razón, esta imbécil había hecho amigas rusas y la habían llevado allí, menos mal que le dio por revisar las listas de invitados.

Si, si, claro Ivanov; vengan conmigo al reservado, al sótano, donde no nos moleste toda esta gente. Fernando, usted es un hombre que me cae muy bien, es eficiente, discreto y un gran bebedor; seguro que le interesará la oferta de unirse a mi negocio antes que estar con esos escandalosos perros del desierto. Rusia también esta medio desierta, solo que el sol ahí pega menos. Y además tiene sentido del humor, jajaja.

Bueno, no pretendía ser gracioso, pero daba igual. Tres guardaespaldas más el propio vip. Sacó su pistola 9mm “del chino” y le metió dos tiros a cada uno en el pecho antes de que pudieran hacer nada, el bautizo de vodka al que los había sometido durante toda la noche había servido para algo. Buenos bebedores, y una mierda. Ivanov le miraba en silencio. Le guardaba el mismo rencor que un ejecutado a su verdugo, él solo portaba el hacha, no había dado la orden; pero siempre está aquello de “mejor tú que yo”, por muy bien que nos caiga el otro si podemos dejar que sus sesos tiñan una pared para proteger nuestro pan, la gente se lo pensaría mejor antes de pisar el terreno de otro. Salió por una trampilla que daba al arrabal y accionó el contador del temporizador. Corrió durante 20 segundos a todo pulmón para sentir la presión en los oídos y en el pecho, que le hacían responsable de más de 100 muertes, y todo para proteger lo suyo. Quedaba una buena caminata hasta la siguiente salida, donde le estarían esperando sus fervientes seguidores, Laica y Bob.

Se había ocupado de que Maya estuviera en lugar seguro junto a Ichiya, no se le ocurría nada más divertido que imaginar a ese par discutiendo por gilipolleces día y noche, y aún les quedaba un tiempo juntos. A veces se le hacía corto el tiempo que llevaba fuera de casa. Un compañero de laboratorio descubre una nueva forma de envolver su bocadillo para que el perro de su vecino no le persiga y en vez de venderlo a alguna empresa y vivir bien durante el resto de su vida habiendo inventado el papel de cocina definitivo, resulta que a un camello se le ocurre envolver “maría” con él, todo se tuerce y el pringado de Fernando acaba trabajando para un cartel, alejado de la tía que tanto le ponía y su madre pensando que le habían dado una beca para ir a estudiar. Sí, estudiar. Qué risa. Aunque al menos estaba empezando a pasárselo bien, matar gente había empezado a ser cotidiano, y si no lo hacía el lo haría otro. Ya las pesadillas de la primera vez que un pedazo cerebro había caído en su zapato, y había quemado tanto los zapatos como la ropa que vestía, había desaparecido; empezaba a asustarle el hecho de que la vida dejara de importarle y se estuviera convirtiendo en un psicópata que acabaría degollando colegialas en algún descampado al amparo de la luz amarilla de las farolas y el negro del cielo. Pero bueno, eso no importaba, ahora tenía que ir coger el coche, un utilitario, iba a echar de menos su Skyline.

¿Hora? Tres, treinta. Como siempre, llega tarde. Gusta de entretenerse con sus poemas. Jajaja poemas dice, yo no llamaría así a lo que dice. Bueno, había que ponerle nombre. También es verdad, no podíamos llamarlo imbécil para siempre, no era serio. Cierto. Le daremos una media hora más, mientras pidamos algo de comer, a ver si nuestro poeta aparece en su “carroza”. Apropiado. Lo sabía, siempre he sido bueno para estas cosas. La verdad es que no. Espero que la camarera no nos reconozca, porque me muero de hambre y no me apetecen problemas. Todo seguro. Pues no sé qué me pone más nervioso, que me digas eso mientras te levantas la camiseta o que lo hagas para enseñarme la pistola. Todo son quejas, eso sí se te da bien. Bueno, uno de los dos tiene que hablar aquí, aunque sea para quejarse, que soso que eres, coño. No soy comediante. No podrías ni queriendo, que tienes menos gracia que un lunes de resaca. Puede ser. Paso de tu culo, vamos a comer, y deja la pistola en el coche, que no me fío de ti. Siempre quejas.

Anotación. 15:30. Seguimos esperando por Rojas. John y yo llevamos varias horas esperando en mitad de una montaña en la que hay una estación de servicio aprovechando un viejo descampado. Estamos lejos de la ciudad así que aquí nadie debería conocernos. John sigue igual de apático que siempre, su cara sigue transmitiendo sus pocas ganas de hacer amigos. Rojas seguramente esté haciendo prosa con alguna chica guapa que habrá visto al pasar. Entraremos a comer algo. Recuento de medios. Yo pongo las armas, sub-fusiles MP5 con miras réflex y silenciadores; un TAR-21 a petición de John, un Barret M92 .50 para mí y una AA-12 con una bayoneta para Rojas; munición anti-personal y anti-blindaje de varios calibres, C4 del mercado negro, granadas de fragmentación y una M249 SAW por si las cosas se ponen feas. Yo no tengo mi Skyline, pero John siempre ha dado la talla con su Honda NSX así que no es un punto flaco, además tenemos el Hummer H4 tuneado de Rojas para allanar el camino. Fin de anotación.


No me digan los señores que un servidor llega tarde de nuevo, el tiempo vuela raudo en estos lares donde la bellas muchachas corretean bucólicas por los márgenes de las sendas. Vaya, aquí está nuestro hidalgo caballero, enhiesto, como siempre. Dinosaurio bufón. Mas no entiendo tamaña osadía, noto aspereza donde debería haber regocijo de encontrar nuestras personas de nuevo reunidas en esta empresa. Manda cojones, como si lo hiciéramos por gusto, cállate anda y vámonos de aquí. Ya era hora. Como indiques Fernando, mucho gusto en encontrarnos de nuevo; John, siempre es un placer. Tienes razón, hace ya un par de años. No suficiente tiempo. A buen recaudo se halla tu educación, bajo llave, en tu negro corazón. Vaya hombre, lo que faltaba, nada de peleas “peques”, después de este trabajo podemos retirarnos y quitarnos de encima al cartel, a los rusos y hasta independizarnos y salir de casa de "mami y papi". Te escucho pues, jefe. Habla.

Ambos estuvieron conformes con mis ideas y con el plan. Era el momento de zanjar las cuentas pendientes y de acabar con el chantaje. Iban a borrar a todo el hampa de la ciudad de un plumazo. Llega un momento en el que las situaciones desesperantes se hacen insoportables, la desesperación supura dentro del pecho como pus negra hasta que tarde o temprano la cosa estalla; entonces es cuando el hombre desesperado lucha por ser tan fuerte como un río y llegar al mar, o evaporarse en el camino. Pobres los que se hallen en el curso de una fiera herida que busca dejar de estar acorralada, ahogados en el torrente de sangre y lágrimas hasta que los enemigos cejen o la fiera sucumba.

jueves, 10 de julio de 2014

Dragón Rojo - IV

La despertó el sol entrando por la ventana, le daba por completo en la cara una vez eran las 10 de la mañana, así que era un buen despertador. Después de una buena maldición blasfema se dio una ducha rápida para bajar al taller con Ichiya. Hizo una buena tanda de café en la cafetera del taller y se bebió una taza de golpe, sin azúcar; esa cafetera era la única razón por la que se daba tanta prisa por las mañanas para llegar hasta ese polvoriento taller. Ichiya ya hablaba con un coche a falta de insultar a su dueño, por lo visto sufría de incontinencia verbal aparte de la poca preocupación por mantenerse limpio.

Tranquilo bonito, ese imbécil dueño tuyo no va a tocarte mientras yo este presente, tranquilo que voy a cuidar bien de ti y a dejarte como nuevo. Ichiya, ¿para qué demonios le hablas al coche? Vaya preguntas...¿para qué fumas? Pues porque me gusta. Pues lo mismo yo; la gente es una mierda, guerras, miseria, avaricia, malos conductores...en cambio los coches son fiables, con un poco de cariño y retoques pueden hasta volar y llevarte donde quieras. Eh, eh, si quieres ponerte romántico yo me voy puedes metérsela por el...¿escape? Muy graciosa, reina de hielo, anda vete a cagar granizados de fresa, y de paso tráeme la llave dinamométrica de la caja de herramientas de ahí encima, con cuidado, y el juego de dados, ya que estás; voy a empezar a recomponerle el corazón a este cachorrito. "Cachorrito" dice, es un Pontiac GTO del 65, podría darme un baño de espuma de esos que tanto les gustan a los yankis en su motor.

Aún recordaba la "vuelta" que había ido a dar con Ichiya hacía dos noches. Resulta que lo único que conservaba de serie su coche era la plaquita de Lexus en la parte delantera. Nada más entrar vio que el salpicadero estaba lleno de indicadores, botones, interruptores y leds rojos y verdes, tenía la sensación de estar entrando en un coche de la NASCAR con las barras anti-vuelco y los sillones de competición. Dijo que le apetecía correr un poco, no le gustaba competir, así que tenia que aprovechar los días entre semana para no encontrarse con nadie subiendo a la montaña, corría porque le gustaba. Y no competía no precisamente por ser lento, tuvo que reprimir más de un chillido al tomar las curvas de la subida, ella misma había estado allí hacía varias horas y, a pesar de que el R34 era tracción 4x4, no habría podido dar una curva ni la mitad de rápido de lo que lo había hecho él con un Lexus de tracción trasera. Mientras corría, Ichiya sonreía como si fuera un niño pequeño y hasta le habló más de una vez, muy tranquilo, pero ella estaba muy ocupada reprimiendo los nervios para no quitarse un zapato y utilizarlo como arma blanca contra él, como para entender una palabra. Una vez llegaron arriba, Ichiya aparcó justo al borde de la montaña, donde se podía ver casi a vista de pájaro el pueblo, dejó bajar la temperatura del motor con el ventilador unos cuantos minutos y luego lo apagó. Hablaron distendidamente. Se dio cuenta de Ichiya también había estado muy preocupado por Fernando y que por eso cada vez que había ido a hablar con ella había sido algo tosco y un poco antipático; por primera vez se relajaron y mantuvieron una charla tranquila conociéndose un poco mejor. Resulta que, siendo joven, había discutido con su padre, que quería que estudiara medicina, para irse a montar un taller con unos amigos; la medicina no era la suyo, ni la gente, ni nada de eso y solo quería hacer lo que más le gustaba, arreglar coches y trastear en ellos. Desde niño lo había hecho, con 14 años construyó un kart con un motor de corta-césped averiado, el piñón y la cadena de una bicicleta y los desperdicios de carretillas y tablas que había cerca de su casa. Realmente, lo único que quería era estar entre coches, las personas no le gustaban demasiado, lo único que le llamaba realmente era un motor encendido. Para él era como una nana para un un niño pequeño, realmente era lo único que conseguía hacerlo dormir; por eso pasaba tantas horas despierto arreglando coches, porque dejarlos sin desperfectos era la mejor manera de conciliar el sueño.

En la bajada lo entendió. Ichiya era igual que ella, tenía a alguien con quien compartía algo especial y no quería perderlo, a pesar de que fuera de forma distinta a la de ella. Estaba claro que Ichiya no sentía atracción sexual por Fernando, o eso esperaba, pero por alguna razón que no alcanzaba a imaginar -teniendo en cuenta lo que había estado descubriendo últimamente- estos dos tenían una buena amistad, sobre todo para ser alguien a quien no le gustaba la gente y casi siempre prefería pegarse soliloquios junto a un coche. Qué extraña es la vida. Incluso sin darse cuenta ya había empezado a resultar de ayuda en el taller y era más una especie de secretaria que también alcanzaba herramientas y apretaba algunos botones de algunas máquinas; no por ello Ichiya había dejado de tenerla por una inútil y aún seguía tratándola como si fuera su primer día allí. A pesar de sentirse algo minusvalorada, le daba su tiempo a Ichiya para que delegara en ella según se sintiera cómodo dejándola acercarse a sus "preciados niños" y trataba de evitarle el contacto humano del que tantas veces quejaba: "retrasados, rompecoches y gilipollas", repetía constantemente. A toda regla le llega su excepción, había personas con las que departía bastante rato y hasta bromeaba con ellas. Por lo general eran las chicas que pasaban en bikini con un bolso de playa, y buenas tetas, que se dirigían a la playa, ya le conocían así que solían detenerse a reír un rato con sus bromas. Era carismático cuando se lo proponía ese desgraciado. Apostaría a que se las follaba a todas, y con todas se llevaba bien y no había visto ninguna clase de disputa estrogénica por allí cerca. Qué gente más rara. También se llevaba bien con el tipo de la tienda de repuestos, un tal "Manito", dudaba que ese fuera su nombre, pero la verdad es que daba lo mismo. Bueno, al menos para ser algo sociópata y una montaña de fibra, no era un tipo agresivo, o eso pensaba.

Para toda regla está su excepción. Semanas después se escuchó el rugido de un motor de altas revoluciones, no más de dos litros, pensó, podía escuchar el silbido del turbo y el siseo del filtro de aire al cambiar de marcha. Ichiya se quedó como un perro guardián, saco la cabeza del capo del Celica negro y apoyó una mano en la carrocería y la otra la apretó con fuerza mientras sostenía la llave inglesa. Notó cómo la atmósfera del lugar se enrarecía y ella misma empezó a ponerse nerviosa. Qué coño pasa. El coche se acercaba, dobló la ultima curva, recta de 100 metros hasta el taller y se cruzó justo delante. Un Honda Civic Type R rojo metalizado, alerón y llantas negras. Tardó ella más en analizar el coche que Ichiya en echar a correr con la llave inglesa y mucha mala leche. Ver a un tipo de casi dos metros y más de 100 kilos de músculo correr de esa manera hacia ti debe de dar un cague impresionante, y vaya si lo daba, porque el tipo del Civic salió como alma que lleva el diablo en dirección a la playa gritando algo de "supéralo cabrón" mientras Ichiya no hacía más que gruñir y mascullar algo de una puta. El tipo del Civic no debía medir mucho más de metro setenta, pelo corto rubio y tez morena por el sol, se había dejado patillas y chiva; bermudas beige y camiseta blanca. O era así cuando salió del coche, porque ahora mismo era una especie de maniquí algo amorfo vapuleado por Ichiya contra la arena mojada y las olas. Le metia la cabeza en la arena hasta que comía medio bocado y luego, al venir una ola, lo ahogaba en ella hasta que se iba. Y qué energía, en cuanto cogía un poco de aire soltaba algo parecido a "hijoputa" mientras escupía arena. Así unos 10 minutos. Cuando Ichiya lo trajo a rastras hasta el taller, el tipo parecía estar muerto, salvo porque respiraba.

¿Quien es? Mi cuñado.

sábado, 7 de junio de 2014

El Dragón Rojo - III

Ya llevaba varios días allí. Ichiya le había hecho un hueco ayudándole en el taller, ya que hasta ahora había sido Fernando su compañero y, a pesar de la insomne vida que dedicaba a los coches, comenzaba a amontonársele el trabajo. Él quedo sorprendido de que supiera lo que era una llave inglesa, pero, a pesar de cualquier posible prejuicio, su padre y su hermano habían sido mecánicos y pudo arreglárselas bien con lo poco que sabia aunque solo fuera buscando herramientas. A fin de cuentas lo único que de verdad quería era distraerse y no pensar, agotar su mente y su cuerpo para llegar rendida a la oscura habitación y apenas encontrar a tientas la cama y no tener tiempo siquiera de plantearse su existencia antes de dormirse. Era lunes esa mañana, Ichiya estaba instalándole una nueva caja de transmisión a un Corvette Stingray del 67, y el cliente estaba hablando con él. Por lo visto un corredor callejero famoso había desaparecido y habían visto al que parecía ser su coche, pero él no daba señales de vida. Debía ser muy bueno, era extraño que se armara bastante semejante revuelo, aunque ella empezaba a sospechar acerca de por qué Ichiya había querido cubrir el Skyline con una lona dentro del taller.

¿Y eso Ichiya?¿Qué tienes bajo esa lona? Es el coche de un amigo, me ha pedido que se lo guarde, es para un cliente especial, por decirlo de alguna forma, y no, ya puedes ir alejándote, no puedes verlo. Siempre has sido muy puntilloso con esas cosas, los detalles, raro viniendo de un tío tan...sucio jajaja. No soy sucio, me gusta lo que hago y uno tiene que hacer lo que tiene que hacer; lo cirujanos también se pringarán de sangre hasta las orejas, pues yo igual, si tengo que salvar a un coche de un dueño tan inepto con el embrague como tú, no tengo miedo de meter la mano hasta el codo.

Y siguieron discutiendo un buen rato, mientras ella se paseaba por el taller. Le gustaba trastear como una niña pequeña e ir abriendo cajones para ver qué se encontraba, el taller era enorme, sobre todo para dos personas nada más, así que había muchos rincones sin usar y se habían ido amontonando viejos cachivaches olvidados y polvorientos, piezas de motores e incluso llegó a encontrar una turbina de un avión a reacción. Ichiya le contó que con unos amigos había querido adaptarle la turbina a un camión de carreras, pero el post-quemador no funcionaba bien y les costaba conseguir las piezas, era un motor de un Mig-29 soviético.

Esa noche hizo la cena. Ichiya había conseguido buena carne de ternera y le había preguntado que si sabía hacer algo que no fuera asarla y si le apetecía cocinarla, así de paso podrían hablar. Le había parecido una petición un tanto extraña y tampoco es que tuviera grandes dotes culinarias, pero pudo apañar una salsa que le había enseñado su abuela e Ichiya se presento con una botella de vino tinto, otra de blanco, otra de rosado y una de refresco, por si acaso, que personaje más gracioso. Cenaron sin grandes incidentes, nada más allá de algunos silencios incómodos. Ella estaba sorprendida de que, a pesar de ser un tío tan bruto y simple, tenia unos excelentes modales en la mesa; habría esperado que se pusiera a salpicar y a roncar como un marrano mientras comía, teniendo en cuenta su higiene mientras estaba en el taller.

Bueno, supongo que puedo seguir con la lección de historia, y me apetecía hacerlo después de cenar y poder hacerlo de forma distendida, que el otro día parecía que habláramos de El Chacal; supongo que piensas quedarte por aquí un tiempo, al menos hasta saber qué ha sido de nuestro "Houdini", digo yo que querrás saber alguna cosa más acerca de él y de mi. Bueno, sería un detalle, pero a veces no estoy muy segura de tener una mente capaz de soportar lo que tenga que oír, puede que pote... Muy graciosa, ja, ja, ja, no me hagas reír que me atraganto; pues si no quieres no te cuento nada. Jajaja anda, no te pongas remolona, guapa, si tú sabes que solo estoy bromeando. Eso, tu sigue. Venga, ya en serio, cuenta, cuenta. Bueno, pues básicamente, el piloto ese por el que se ha estado preguntando últimamente era Fernando, y el coche que se dice que es suyo que se ha visto por los alrededores es su Skyline, solo que antes tenia un Dragón rojo pintando en cada lateral; cuando te encontró dijo que quería cambiar de vida y que ya no le hacia falta el dinero proveniente de las apuestas, así que quitó el vinilo y puso el coche a tu nombre, lo puedes mirar en los papeles; no me preguntes exactamente por qué, no tengo ni idea de qué se le pasa a ese hombre por la cabeza. Muy gracioso, Fernando siempre ha sido algo inepto y nunca le han gustado los coches, no veo como iba a estar ganando carreras... bastante raro me parecía ya que tuviera un Skyline, no tiene cara de saber lidiar con los más de seiscientos caballos que debe tener ese cacharro. Seguro que tú lo haces mejor jajaja.


Ahora sí que era verdad que no le conocía. Ella también había cambiado en esos cinco años, pero no era nada tan drástico como pasar de ser un chico mediocre y pardillo a una especie de genio contrabandista en una suerte de experimento de primero de química y encima un piloto de carreras callejeras. Muchas cosas que asimilar en tan solo un par de días. Cogió de nuevo el Skyline y se fue a probarlo a las montañas. No había carreras hoy, así que podía ir tranquila. El tramo consistía en una subida de rectas cortas, curvas cerradas y horquillas entrelazadas, en lo alto un descampado. Aquello parecía casi pensado para reuniones clandestinas. Intentó hacerlas lo más rápido que pudo, pero las primeras veces no pudo más que ir reconociendo los sinuosos virajes de la carretera. En más de una curva se atisbaba la penumbra tras el quita-miedos, bien sabido que, detrás, el abismo esperaba con las fauces abiertas a los incautos de la velocidad. A pesar de que sentía miedo de la potencia que no controlaba del coche, se sentía bien empujando el acelerador hasta tocar la alfombrilla, aunque solo fuera por un segundo. Recordó los tiempos en los que su padre y su hermano preparaban coches de carreras y los probaban en el circuido de carreras. Apenas supo cómo pasó, pero al salir de una curva el coche perdió adherencia en la parte trasera, pronto empezó a ver el muro, luego el humo de los neumáticos, luego el quita-miedos tras el cual estaba el precipicio, la siguiente curva, el muro otra vez... la siguiente curva, cada vez más cerca, daba al vacío. Recordó el coche de su hermano y su padre dando vueltas y ardiendo, los trozos de carrocería, los cristales rotos, los gritos de agonía y los de horror de su madre, las lágrimas y el terror, la impotencia. El coche se detuvo a varios metros del borde de la carretera. Empezó a llorar como cuando era una niña, no sabía por que lloraba, tal vez porque había pasado miedo, por los nervios, por los recuerdos tan dolorosos, por todo, por nada.

¿Qué piensas hacer con él? ¿Con qué? Pues con el Gtr. No sé por que debería hacer algo en concreto, y vaya conversación, que acabo de llegar. Pues no sé por qué no haces nada. Bueno, otro con enigmas de mierda, dime de una vez lo que quieras decirme. Desde luego, un día van a venir los de la perrera, dirán que te tengo sin bozal y sin vacunar y que eres un peligro público. Que te den por culo, ¿ves el dedito? con éste te van a dar. Por favor, que chica más mal hablada, guarda ese dedo, que igual lo pierdes; como te estaba diciendo, salvaje, no veo que tengas obligaciones, o al menos ganas de volver a tu pueblucho a hacer lo que quiera que hicieras allí, y aquí básicamente te tengo de "pasameesallavedeahi"; así que deberías pensar en si quieres irte -cosa que no me agradaría, a pesar de tu evidente falta de finura-, empezar a meter las manos en los motores, conducir ese maravilloso monumento negro que tienes detrás o, yo qué sé, irte a salvar ballenas y perros cojos; porque estar por aquí como un alma en pena como si fueras un perro abandonado esperando a que aparezca tu novio no es lo mejor que puedes hacer, por mucho que le esperes no va a venir antes, así que entretén tu hermoso culito en algo y que la inspiración te pille trabajando. No es mi novio y deja de mirarme el culo, gilipollas. Desde luego, a las mujeres no hay quien las entienda, acabo de intentar hacerte pensar un poco para darte ánimos, o lo que sea, y tú solo te quedas con que te miro el culo y con que Fernando no es tu novio; lo siento, pero en ti solo hay dos cosas seguras: ese culazo, que es mejor que las curvas de Laguna Seca, y que estás más perdida que un pulpo en un garaje, así que despabila y haz algo con tu vida, antes de que solo estés perdida y no buena.

No sabía por qué, pero Ichiya tenía un don para hacerte cabrear y también el don de hacerte pensar en lo que te estaba diciendo, así que no supo si mandarlo a la mierda o darle la razón, por lo que soltó un bufido y fue a fumarse un cigarro a la arena de la playa. No había luna, pero el cielo estaba despejado y corría una leve brisa, por lo que las olas perlaban sus puntas con plata antes de perderse en la oscuridad de la lejanía. Dio varias caladas, pero dejó el cigarro a la mitad en terrado en la arena y se tumbó boca arriba. No tenía a donde ir, ni tenía a nadie importante en su vida, todo había sido una mierda desde hacía varios años, sobre todo desde que Fernando se fue, así que si quería tener alguna oportunidad de volver a verle, quedarse allí con Ichiya era lo mejor, y tampoco tenia nada mejor que hacer en otra parte. Aunque no sabía que iba a hacer en ese lugar hasta entonces.

Llevaba ya bastante rato en la arena, empezaba a entrarle frío así que decidió irse ya a la cama. Entonces escuchó el rugido de un motor. Venía del taller de Ichiya. Salió del garaje como una bestia hambrienta un Lexus IS300, blanco y con un tigre como el que tenia Ichiya tatuado en el pecho dando un zarpazo en la puerta. El animal parecía estar vivo cuando el coche se detuvo bajo la farola. Ichiya se bajó y cerró la puerta del taller. Mientras subía al coche y éste rugía como un tigre amaestrado ronroneando, dijo: "¿Es que no vas a venir a dar una vuelta?"

viernes, 6 de junio de 2014

El Dragón Rojo - I

Una vez más discutían. Discutían como si nunca se hubiera ido, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Por qué tienes que ser así. Ni yo mismo lo sé. Le habría gustado responderle una vez ella se hubo apoyado en la pared fuera de la discoteca. Él se apoyó a su lado. Ella encendió un cigarro. Que te den por culo.

Una vez más le dijo que no podía contarle nada, que no la obligaba a nada, podía marcharse si quería, pero contarle todo no haría más que empeorar la situación ¿Empeorar la situación? Eres un gilipollas, cuando te fuiste de aquí con 15 años eras un puto pandillero listillo hasta el culo de problemas y con una soga al cuello; ahora que vuelves te haces el misterioso, no sé si para darte aires o porque traes más mierda que cuando te fuiste, pero tú no vayas a pensar en los demás, no, en los que nos quedamos aquí y no sabíamos si conservabas tus huevos o te los habían cortado por a saber qué de tus mierdas y ahora vuelves como si nada y tenemos que tragar.

Sonrió. Con los ojos cerrados podía evadir el hedor a nicotina y humo y dejarse acariciar por el perfume de ella que se movía empujado por los bajos de los altavoces que aún sentía bajo sus pies. Le quitó el cigarrillo de la boca y le dio una calada. Le habló mientas le soltaba el humo en la cara. Deberías dejarlo, esta mierda va a matarte; ¿sabes? siempre has sido muy dramática, solo te falta la calavera, Macbeth, además siempre has estado mucho más guapa enfadada, te realza eso tuyo que no es de nadie, pero que es de todas y tú irradias más. Le dio una última y profunda calada al cigarro y tiró el filtro casi quemándose; se acercó hasta su cara aún más y casi rozó sus labios agachando la cabeza, expiró poco a poco, como si fuese el último aliento humeante de un dragón moribundo.

Yo seré dramática, pero tú bien que le das mil vueltas a las cosas, joder… La calló con un dedo en los labios. ¿Sabes? Eres perfecta, si fuera poeta te dedicaría mis versos de por vida, al negro de tus ojos marrones; a tu pelo, que cae sobre tu cara cara para tu tapar tus colores y tu sonrisa cuando sabes que te estoy llamando guapa. Recorrió con su dedo corazón la mano izquierda de ella y mientras iba hablando subió por su brazo. Me encantaría recorrer tu cuerpo entero dando saltos de lunar en lunar, iría dando saltos de astronauta imitando la estática de radio de las películas y diciendo: “Houston, Houston, tenemos un problema, ésto está duro”; ríete mujer, sé que sabes;  aunque seguramente acabaría dejándolo para hacerme astrónomo, para poder quedarme contigo a oscuras cada noche, y de paso poder mirar las estrellas. Acariciaba ya su mejilla.

Por desgracia, apenas escribo más que mi nombre, me salgo fuera de las líneas al colorear y acabé secundaria creyendo que la luna era una estrella. Retiró entonces la caricia y bajó la cabeza. Apenas tengo que ofrecerte y, casi todo, es malo, pero hasta el malo de la película puede hacer regalos de vez en cuando, aunque no voy a contarte mi plan. Ella buscaba sus ojos y tiraba de su camisa. Él miró su reloj. Aunque si quieres que te cuente algo irás hasta el final de la calle, girarás a la derecha y subirás al tercer coche negro que veas aparcado, está abierto. ¿Qué dices? ¡Hazlo!

Ella le vio entrar en la discoteca de nuevo justo antes de girar en la esquina; subió al coche negro que permanecía en la penumbra, apenas se distinguía su forma, y cogió un sobre que ponía su nombre y lo abrió. Un pendrive y un papel que decía “Ésta es la verdad, ahora mira en la guantera y vete. Ya hablaremos”. Dinero en efectivo y un móvil. La llave en el parasol, qué típico. En ese mismo instante sintió como el suelo se estremecía y un gran estruendo brotó desde detrás de la esquina que acababa de girar, acto seguido empezaron a sonar las alarmas de todos los coches circundantes. Bajó del coche y corrió hacia la calle en la que había estado fumándose un cigarrillo hasta hacía unos instantes. La estructura que se suponía la discoteca era ahora un montón de escombros en la calle y dentro de otros edificios, que la misma explosión había catapultado. Apenas había unas escasas llamas entre los escombros, no corría ninguna brisa, nada se movía, mientras ella observaba desde cierta distancia. Jo-der. Dio media vuelta y se metió dentro del coche. Giró el contacto y el motor encendió. De alguna forma, más que rugir o vibrar, el motor estremeció el coche, era un sonido de un motor potente. Se encendieron las luces de los indicadores, azules con agujas rojas. Aceleró una vez más. Pero que pedazo de motor tiene este coche. Primera y arranco suavemente evitando las calles donde hubiera escombros, mientras trataba de pensar en que él no estaba muerto.


Ya podría haber dejado el depósito lleno, su padre; al menos espero que esté bien. En la gasolinera había buena luz, así que pudo ver el coche. Un Nissan Skyline, con un sobrio negro satinado, unas llantas O.Z.  grises con neumáticos de perfil bajo. Tenia un alerón negro y alto, a la altura del techo, con patas de metal. Las lunas estaban tintadas de negro, pero se notaba que era muy reciente, igual que la pintura. Pagó la gasolina y aparcó el coche justo fuera de la gasolinera, encendió la luz del techo y se puso a curiosear. Pulsó un botón rojo que estaba escondido detrás del volante. En ese instante, la parte del salpicadero donde debería estar el airbag frontal del copiloto se abrió y salio una pantalla táctil. Parpadeó un par de veces y se dibujaron en la pantalla unas letras en rojo “ningún destino disponible”, el aparato pareció apagarse, pero enseguida apareció otro texto “al taller”. Apareció entonces un mapa y se fue dibujando una ruta que salía de la ciudad y seguía la línea de la costa hasta un pequeño pueblo costero a unos 250 km. Entonces, una voz de mujer hecha por ordenador, dijo en tono cortés: “El tráfico a esta hora de la noche es medio-bajo. Se han producido varios atascos, las autoridades han cerrado varias calles. Se aconseja un rodeo. Tiempo estimado de viaje a velocidad moderada: 50 minutos.”. En ese momento ella parpadeó, debía haber escuchado mal: 50 minutos y a velocidad moderada, dando un rodeo, ¿cuánto corre este coche? Se encogió de hombros y arrancó.


La hora estimada se transformó en aproximadamente dos horas. El coche no derrapaba en las curvas ni parecía haber ninguna pérdida de control, pero le daba miedo, ya le parecía ir demasiado rápido. Era imposible cubrir esa distancia en menos de una hora, a pesar de que era un tramo con bastantes rectas y de curvas rápidas. El aparato estaba estropeado, y no entendía su repentina obsesión acerca del tiempo que tardaría en cubrir el trayecto. En una de las rectas aceleró a fondo tras meter la cuarta al salir de la curva, pudo sentir el empuje del turbo y a 8000 revoluciones empezó a notar que el efecto túnel se hacía demasiado intenso y levantó el pie del acelerador. Mierda, este trasto tiene de toda clase de instrumentos, pero no tiene velocímetro, y ni siquiera soy capaz de pisar a medio pedal.

Ya estaba entrando en la calle destino. Se trataba de una calle a pie de playa, es decir, con la arena a un lado y las casas al otro; el GPS parecía señalar hacia un garaje bastante amplio, con al menos cuatro entradas con rampas de cemento. Llegó justo hasta en frente de una de las entradas y dejó el coche en marcha mientras decidía qué iba a hacer. Justo en ese momento la puerta se corrió con violencia hacia arriba y apareció un hombre bastante de grande, de 1'90, sin camiseta, con pantalones cortos y todo pringado de grasa, tenia la cabeza afeitada y venia con un paño que había perdido su blancura años atrás con el que se limpiaba las manos. Reconozco ese motor de aquí a Mongolia.

¿Qué le ha pasado al Dragón? Este tío... tenía que dárselo a una mujer, le pierdo la pista un mes y mira lo que hace; de todas formas, ¿qué haces aquí, hermosa? Aquel hombre, que apestaba a sudor y grasa de motor, la miraba como si mirara a una fulana cualquiera y de alguna forma parecía molesto con el aspecto del coche. Me envía Fernando, bueno, más bien me ha dicho que me quedara con su coche, he tocado un botón y ese cacharro con voz de Loquendo me ha traído hasta aquí; y no lo había pensando hasta ahora, pero puede que este muerto. Bueno, te ha prestado su coche se nota que no eres una cualquiera, jajaja, venga, mete al niño en el garaje, le paso consulta y ya que estás me cuentas algún detalle más; este tío pasa más tiempo "muerto" que borracho, que ya es decir.

El coche parecía estar bien, salvo por algo de "un dragón desaparecido" que había mencionado Ichiya, que puestos, no era su verdadero nombre, era el nombre de un personaje de anime que le gustaba; por lo visto odiaba usar su verdadero nombre y no iba a decírselo. Vaya personaje. Mientras Ichiya estaba en la ducha ella vio un portátil encendido y decidió averiguar qué había dentro del pendrive que le había dejado Fernando. Había un solo documento de texto de 5 kb. Lo abrió y con sorpresa descubrió una sola frase: "Pregúntale a Ichiya acerca de mi historia, es de confianza". Hijo de puta, tanta ceremonia de espías para éso...

domingo, 18 de mayo de 2014

El Dragón Rojo - II

Por vez primera se lo planteó en serio: el único hombre que le importaba podría haber muerto. Quisiera que siguiera vivo. Pero los escombros en llamas y el humeante escenario en el que la soledad y la incertidumbre en el que, por coincidencia, no había sido capaz de ver ningún cadáver. Sintió remordimientos por su frialdad, por la aspereza de sus comentarios, por su egoísmo al no preguntar acerca de la extraña partida de Fernando. Solo sabía que lo había echado de menos y que, en cuanto lo había "recuperado", lo había perdido de nuevo de vista. Solo pudo recordar las noches vacías que había pasado en soledad y aquel par de días algo misterioso que había pasado con él antes de la nueva desaparición. Solo podía hacer lo que había hecho siempre: seguir adelante.

Salió Ichiya de la ducha. Seguramente había preferido quedarse sin secar el agua de su piel, maltratada por la grasa y el sol de la playa, debido a que hacía calor. Entonces pudo verlo. un tatuaje que asemejaba a un tigre rasgando su tórax. Las heridas que promulgaba ese "tintesco" y fiero tigre, se fundían escalofriantemente con tres cicatrices profundas y dolorosas en el pecho de Ichiya, que salía con una sonrisa y cara de alivio del cuarto de baño.

Ya podrías cubrirte con algo más que una toalla. Ni que te pusiera nerviosa, tú sabrás si andas mirando las cosas de los desconocidos. A mi no me vengas con sarcasmos y "tonitos" guarros, no vas a saber lo que es una mujer tocándome a mí, así que ya puedes ir contándome por qué Fernando ha sido tan gilipollas como para confiar en ti. Vaya, que mala leche, ya sé por qué le gustas tanto.

El motor rugía. Seguía sintiendo una descarga de adrenalina cada vez que aceleraba y las ruedas lanzaban un quejido catapultando el coche a una velocidad de vértigo. Pero quería que el chute la hiciera olvidarse de lo que acababa de oír, quería desconectar y no estar metida en su piel por un momento. Se sentía imbécil. Pero era su culpa, por querer hacerse el héroe, el chico guay y el caballero que no le cuenta nada a nadie, porque no quiere ayuda. Podría tener un coche con los últimos avances en mecánica, pero tenia una mentalidad de un imbécil medieval, no le sorprendería que ese imbécil se hubiera ido a buscar dragones.

Paró en una cafetería de aquel pueblucho costero. Apenas había una camioneta y un mono-volumen estacionados al final del aparcamiento del local, así que dejó el coche justo en frente de la entrada. Pidió un café fuerte y una cerveza. se bebió el café tan rápido como pudo y luego pidió otra cerveza, ya que aquella estaba por extinguirse en unos pocos segundos. Pegó la frente a la barra sujetando con ambas manos la cerveza, derrotada. En ese momento entraron unos jóvenes en el establecimiento. Muy joviales comentaban algo acerca de un coche.

¿Por qué le habrá quitado el vinilo del Dragon? No lo sé, se habrá vuelto loco, o estará cambiando el estilo. Me han contado que el dibujo tenia algo que ver con una promesa. Ya debe de haberla cumplido. Quién sabe. Espero que no deje de correr, en la carrera del fin de semana tenía planeado ganar dinero en una apuesta. Bah, ni que alguien apostara en su contra alguna vez. Sí, jaja, solo los idiotas lo hacen, pero es que he conseguido a unos capullos de la ciudad con mas pelas que cerebro que se creen que pueden ganarle, chollo asegurado. Oye, méteme en eso. Está hecho. Es que ese R34 es la leche. Ya te digo, tío.

¿R34? ¿Hablaban de su Skyline? No sonaba a Fernando, la verdad es que el siempre había sido más un pringado, a pesar de que empezó a meterse en negocios turbios cuando empezó a hacerle falta dinero, y desde el primer momento que le había visto no le creía capaz siquiera de pasar de 120; pero quién sabe, estaba bastante cambiado, a pesar de que esa sonrisa petulante nunca desaparecía. No podía siquiera creerse que hubiera estado trabajando con un cártel de la droga, ni siquiera se lo imaginaba a menos de un kilómetro de cualquier tipo de sustancia estupefaciente, ni siquiera le había visto beber nunca. Joder, que mierda es todo esto.

"Pues sí, por lo visto ese tío es algo así como un genio, por muy poco que lo demuestre, debe ser que estaba trabajando en alguna especie de aislante térmico hermético que podría servir bien hasta para las ruedas de los coches, que es de lo que yo entiendo; pero a algún chicano de esos que ven negocio en todas partes se le ocurrió envolver la coca con él un día, y resulta que si lavas bien el exterior del paquete, los perros no pueden detectarla y puedes meterla en casi cualquier sitio y hasta hacerlo con forma de tubo para esconderlo en el chasis; bah, le dejo la tarea de dónde coño esconderla a esos capullos. Total, que le amenazaron con algo peor que mataros a su hermana y a ti, si no les ayudaba con su trabajo", eso es más o menos lo que le dijo Ichiya. Seguía pensando que era un nombre estúpido.

Era jueves, así que aquel pueblo estaba bastante muerto por la noche y el sueño empezaba a apoderarse de ella. Volvió al taller y encontró a Ichiya otra vez trabajando en un coche. Un Camaro SS del 65, con embellecedores plateados de esos que tanto les gustan a los americanos, era naranja con dos rayas negras de carreras y llantas cromadas de radios. Acababa de bañarse y trasteando en aquel motor ya estaba empezando a llegarle la grasa hasta los codos, menudo arte para ensuciarse.

¿Nunca duermes o qué? y menos mal que acabas de darte una ducha, en media hora estarás pringado hasta las orejas. Es que no puedo dormir sabiendo que en mi taller hay un supercargador sucio y unos pistones desgastados, encontraré el sueño cuando haya vuelvo a montar el bloque del motor. Que rarito que eres...mira, necesito un sitio donde dormir, ¿podrías decirme dónde hay un motel o algo? Jajajaja, ¿motel? Cariño, estás en casa de Ichiya, ninguna mujer va a irse a un motel cuando estoy yo cerca; de hecho, todas las casas de ésta manzana son mías, las compré todas juntas con el solar del taller, estaban tiradas de precio, así que elige una y soba cuanto quieras, las llaves están por allí en un cajón, y buenas noches.

Era un sueño espantoso y a pesar de saber que era un pesadilla no podía despertarse. Se encontró en la discoteca de anoche. Lo único que se mantenía en pie era la puerta por la que había visto entrar por última vez a Fernando. La empujó con suma facilidad, estaba helada y el interior hedía a azufre. Vislumbró una carnicería, miembros cercenados y cadáveres desperdigados por todo el lugar. En el fondo de la estancia, apoyado contra la pared, estaba Fernando, en sus últimos estertores. Solo pudo acercarse a el para ver la muerte en sus ojos y ver como su aliento se desvanecía mientras la miraba fijamente. Prorrumpió en llantos y quiso gritar su nombre pero su garganta estaba seca y le dolía, el aire se volvió ácido y ardiente. Empezó a asfixiarse a la vez que se ahogaba con su propio llanto.

La despertó una explosión y le pareció estar atrapada en la pesadilla de la noche anterior, venia de fuera de la casa. Se asomó corriendo a la ventana y volvió a escuchar otra serie de explosiones, como si estuvieran tirando petardos; y de repente apareció por la misma esquina por la que había llegado ella anoche un Subaru Impreza WRX a toda pastilla, tan rápido que se sobresaltó y le dio un cabezazo a la ventana. El coche recorrió la calle y desapareció por la curva del final unas dos veces más y luego entró en el taller de Ichiya. Le escuchó gritar algo como: ¿qué hiciste con él? ¿bajar una montaña haciendo rápel o lo tiraste por un barranco?

sábado, 3 de mayo de 2014

En un segundo

   Todos hablamos un poco de nosotros siempre. La forma en que caminamos, nuestra forma de hablar, nuestro léxico, nuestro acento, nuestra forma de mirar antes de cruzar y por dónde lo hacemos, en nuestros comentarios de Facebook, cuando hablamos de las series que nos gustan, cuando miramos el atardecer o cuando lo ignoramos. Siempre me ha gustado conocer pequeños detalles de la gente que me rodea, de perfectos desconocidos, solo por su forma de sostener el cigarrillo o de la forma en que bebe una taza de café. Es como armar un rompecabezas, a veces ves piezas interesantes y otras muchas las descartas, porque no son las que buscas. Yo digo mucho de mi muchas veces mientras escribo, supongo que mucho más de lo que le he confesado a nadie nunca, dentro de mis letras están ocultos casi todos mis secretos, los más oscuros sobre todo. Pero hay algo que supongo que se trasluce, que lo noto cuando me leo a mi mismo. Es fútil, pero supongo que puedo notarla, porque no es algo que sienta muy a menudo, la ilusión. De verdad que no hay nada en este mundo que disfrute tanto y me haga sentir tan realizado como la sensación de las teclas hundiéndose bajo mis dedos. Casi puedo recordar cada letra, cada palabra que tuve que buscar en mi cabeza para ser conciso, cada error de ortografía. Es raro pero, no hay muchas cosas de puertas para afuera que me llamen la atención. A pesar de que suene triste, casi nada consigue hacerme ilusión. Yo no tengo un sueño como otros, de ser un gran hombre de negocios, de hacer grandes reportajes, de salvar vidas, de formar una gran familia, hacer un descubrimiento científico o de transmitir creencias religiosas. Yo no tengo metas en mi vida. Yo solo necesito mi teclado. Yo. Yo. Yo. Puedo crear universos enteros, con miles de cientos de millones de estrellas sin un solo rincón a oscuras y destruirlos en un instante en un enorme espectáculo pirotécnico. Yo solo necesito sentarme frente a mi ordenador. No me importa en gran medida la ética o la moral, la economía o la política, las creencias o las religiones. 

   Mi familia me ha preguntado muchas veces por qué juego a videojuegos teniendo ya los 20 "tacos", que soy un hombre hecho y derecho, con su barba y todo. Pues por el simple motivo de que esos videojuegos estimulan lo único que me resulta valioso de mi mismo, mi mente, me abren puertas a universos desconocidos y estimulantes que de cualquier otra forma no podría conocer. Para cualquier otro puede resultar penoso, pero me hace gracia imaginarme conduciendo un tanque de la segunda guerra mundial o un helicóptero de ataque moderno, meterme en la piel de un soldado en una escaramuza con armas de fuego o jugar a los detectives en un manicomio. Muchas veces levanto la cabeza y me planteo lo que me espera fuera. Indiferencia. Mucha gente pasa por la vida pensando en dinero, en las personas del otro sexo, en el próximo "colocón", agobiados por los estudios o en dónde saldrán de fiesta el fin de semana. A veces me siento agobiado incluso hablando de literatura. La gente quiere medir, calificar, estructurar, memorizar. Simplificar lo complicado y complicar lo simple. No soy un encuevado, por su puesto. Me gusta disfrutar de un paseo al aire libre, una puesta de sol, una charla distendida y burlesca con algún colega, una cerveza, un intercambio fútil de ideas. Pero realmente nada se compara a mi teclado. He escrito versos y besos, guiños y sonrisas, caricias y tortazos. Lo que quiero ser, lo que no, lo que me gustaría que pasara ahí fuera y lo que no. Lo que me da miedo, lo que odio, lo que echo de menos, lo que me gustaría encontrar al abrir mi puerta un día. 

   Realmente quisiera encontrar la ilusión en la sonrisa de una chica, en sus ojos, en sus labios, en sus palabras; o en mi carrera, con un futuro brillante, o no, lleno de posibilidades y experiencias; tal vez en mi cuerpo para tonificar mi físico y convertirme en un Adonis. Pero ni siquiera necesito drogarme. Es tan lineal y solitario. Porque siento que un mundo de fantasía no puede ser salubre, que debería tener contacto con la realidad y experimentar en la vida. Pero siento que no encajo en ningún mundo. Lo he intentado. A veces me siento como si hablara con completos imbéciles cada cual más banal y estúpido que el anterior; a veces siento como si todo eso de lo que hablaran pillara lejos, allá, por Marte a la izquierda y luego todo recto. No planeo escribir los mejores versos del mundo, ni una trilogía universal y apartada del paso del tiempo. Ni siquiera espero algún día encontrar al amor de mi vida. Mi existencia se limita a cuándo llegará el momento de teclear y a cuándo dejar de hacerlo. La apatía y el vacío se apoderan de mi. 

   A veces me siento triste, quisiera lo que tienen otros, una novia, un sueño, una aspiración, un ideal. La vida parece no tener sentido cuando no tienes una meta, cuando no hay nada al final del camino por lo que intentar molestarse, solo la fría y oscura muerte. Al hoyo. Donde no importa cuanto dinero tuvieras, si fuiste amado u odiado, si aterrorizaste al mundo o pasaste inadvertido como los susurros de los caídos en el desierto. Ni siquiera tengo una razón de peso para levantarme de la cama y empezar el día con ilusión, ni por lo que perder el sueño emocionado. Solo abro los ojos y me planteo quedarme quieto y volver a dormirme para dejar que pase el tiempo, no evito nada, no busco nada. A veces me gustaría despertarme y tener a alguien a mi lado a quien poder abrazar y sentir el tacto de otra persona bajo mis dedos, que mis susurros no queden en la almohada, que mi calor no se disperse en el aire por las noches. Pero, ¿dónde encontrar a alguien que quiera compartir un presente sin futuro?

  No soy un gran seguidor de la música, escucho lo poco que conozco según como me sienta en ese momento o según mis necesidades; tampoco soy un cinéfilo, ni un bebedor empedernido, ni fumo ni me drogo, ni juego ni rapto adolescentes para fetiches; ni siquiera leo libros de un tipo concreto ni demasiados. En ocasiones pienso que estoy pasando por la vida como una hoja que se deja llevar por la corriente de aire, rodando por la calle hasta acabar en un cubo de basura o enrollada y mugrienta, deshecha en el lodo y despedazada por el viento.