martes, 27 de febrero de 2018

Gines de Pasamonte

 La verdad es que ni yo mismo tengo claro por qué me gusta tanto este nombre. Ginés de Pasamonte, fue uno de esos personajes del Quijote que me hicieron reír. "Aquel embustero y grandísimo maleador que quitamos mi señor y yo de la cadena", gustó Sancho de referirse a él. Vivaz maleante que aparece y reaparece con máscaras y pillerías. 


 Me encantó El Quijote, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Creo que fue el primer libro que me enganchó férreamente. Nunca he sido un ávido lector, pero tengo mis fases de vicios. A veces me da por una cosa, otras por otra. En una de esas fases de lector pertinaz recuerdo haberme leído la trilogía de El Señor de los Anillos en unas 3 semanas. Con la obra de Cervantes y su segunda parte bien habré igualado semejante hazaña y vive dios que gracias a Cervantes y Reverte aún uso esas expresiones tan singulares y entrañables cuando me da por escribir. Vive dios, voto a bríos, hideputa y demás rescate que me hace parecer pedante a ratos y anticuado otras, pero extravagante siempre. 


 Poca importancia tiene por qué me gustan esas expresiones, ese nombre o ese tipo de escritura que si bien la de Cervantes fue innovadora, la de Reverte perpetúa un viejo estilo con su ácido y ahumado cariz de viejo guerrero. El caso es que me gustan. Me gusta lo viejo. A veces puedo parecer subnormal cuando digo que nací en la época o el país equivocado, sobre todo ante quienes me conocen, porque bien queda claro que son un tipo más bien sedentario, acostumbrado a los cuidados de la buena vida moderna y bastante fan de las nuevas tecnologías. Pero en el fondo lo siento así. Siento que estaría más contengo en general si la vida se limitara a la de un mercenario, un marino, un explorador, un mercader de hace 400 años. O, joder, dentro de otros 400 si es que de una buena vez no nos extinguimos unos a otros como especie y podemos viajar entre las estrellas. 


 Por mi vida que debo estar viviendo la época que me resulta más aburrida de todas las que se me puedan ocurrir. Cuando le vaya a contar historias de mi juventud a mi sobrino, lo máximo que podré decir es que de vez en cuando hacía acampadas con mis amigos y que añorábamos poder volver a casa a dispararnos unos a otros en el Call Of Duty jugando en pantalla dividida. Intentaré no hablarle de momentos vergonzosos ni de bebida, que solo son eso, momentos vergonzosos que poca gracia podrán hacer si no es a otros borrachos.


 Supongo que parte de esa pesadez y desgana que siendo es por tener que estar como Ginés en el libro, de aquí para allá huyendo de lo que se supone que tengo que hacer; usando máscaras, disfraces y estafas para acabar siendo descubierto y hacer mutis por la derecha. Un tanto gilipollas por mi parte el compararme con un personaje secundario ambientado hace 500 años, criminal, prófugo y a saber qué cosas más, pero bueno. Supongo que, una vez más, poca importancia tiene aquí la lógica teniendo en cuenta que es así como lo siento.

Fuera de lugar. No estoy bien ni mal. Simplemente no sé donde coño estoy, adónde coño voy ni tampoco tengo muy claro de dónde vengo. La verdad es que no tengo muy claro cómo he acabado en esta situación, que no es excepcional, pero yo mismo me pregunto a veces qué carajo estoy haciendo. La respuesta siempre ha sido, moverme por no quedarme quieto. Hacer cosas al azar y sin demasiado tino ni empeño a ver si por casualidad hallo mi sitio. Ni siquiera tengo muy claro cuál será la sensación que tendré, ni si dejaré de sentir esta especie de pesadez existencial como alguien que está obligado a vivir una vida que no es la suya. Pero bueno, sin prisa pero sin pausa. Buscando el cambio.

Como Ginés de Pasamonte. Me iré a buscar un mono.

Dragón Rojo VI

Expiró el humo del cigarro. Lo dejó salir inerte, ahogado, como el aliento exhausto de un dragón cansado. Otra calada. Algunas cosas no habían salido según lo planeado. Le puteaban estas cosas, pero a fin de cuentas tenía lo que quería. Tenía a toda la escoria bajo control. Bueno, se había cepillado al líder de cada banda, a todos y cada uno de los que mostraban algo de liderazgo y llevaban el negocio. Desde altos jefes hasta los chulos de putas. Exhalación. A Rojas le había perforado el pecho con una 9mm un matón, por suerte su verborrea no es su única cualidad acentuada y es un cabrón bien duro. Tiene toda la pinta de que no va a palmarla en un tiempo. Otra calada. John estaba intacto y había liquidado al equipo secundario, para que nadie pudiera relacionarles y clamar venganza. Bueno, clamarla sí, pero no cobrarla. A veces este tío daba miedo. Exhalación.

La verdad es que la ejecución había sido simple. Con el hackeo del club habían conseguido toda la información de que disponían los rusos, que a su vez tenían controladas al resto de facciones de la ciudad. Lugares de entrega, locales, tapaderas, lavaderos, almacenes. Horarios... Solo habían tenido que esperar a que se reunieran. Los rusos, a pesar de ser buenos intimidando y organizados, tenían el ego subido, así que no se cuidaron de no reunir a todos los jefes en la misma sala. Craso error. Al cartel hubo que picarlo aquí y allá con un margen de tiempo algo limitado, pero Bob y Laica habían cumplido. Casi sabe mal haberles recompensado con una bala a cada uno. Solo era cuestión de tiempo que las estructuras que habían creado se vinieran abajo por sí solas. Había más facciones en el juego, pero no eran lo suficientemente fuertes ni especializadas como para hacerlas caer tan simplemente. Solo el miedo les aplacaría de seguir creciendo, al menos por un tiempo. La paz con sangre estaba firmada con las mínimas bajas inocentes.


La vida normalmente es una puta mierda, pero hoy es un buen día. Bueno, nadie diría por tu cara que ahora eres libre, parece que acaban de darte por culo, y no en sentido figurado. Hombre, sinceramente, detestaba a todos esos hijos de puta, pero siempre les entendí; el mundo esta lleno de basura, la gente es tan patética que solo quiere meterse su raya y salir de fiesta; volver a casa, encender la tele y matarse neuronas con una cerveza; nadie quiere morir, pero todos se matan poco a poco, como quien respira; estos hijos de puta simplemente querían vivir un poco sus asquerosas vidas, exprimirlas, y si para ello debían destripar a un gordo cabrón que no saldaba sus deudas o enganchar a un quinceañero a la heroína, lo hacían. En el fondo no somos tan distintos. No. Esa es la mierda que te jode. Supongo. Si sacas la cabeza del culo, igual te das cuenta de que no habrá más chantaje y podrás volver con Maya. La verdad es que hace mucho que esa carta dejo de hacerles falta. Que mierda. Pues lo que decía.


No todo es tan simple siempre como blanco o negro. Bueno, nunca lo es. Ahora podía recordar una época en la que quiso ese sueño americano que siempre se nombra en las películas americanas. Una casa blanca, un césped recién cortado, una vaya y un camino de piedra en la entrada. Incluso uno de esos buzones con banderita. Incluso un felpudo de bienvenida. Incluso una vez quiso que fuera con Maya. Pero hace tiempo que aprendió que la vida es perra. La familia de Maya tuvo que morir, él tuvo que hacerse el listo. Tuvo que cambiar. Sobrevivir. Y todo se fue con la vida. Y ahora todo es nuevo. Ahora el mundo está teñido de negro y el blanco ha dejado de existir. Solo hay grises menos oscuros. La luz solo existe para que se proyecten las sombras y esa sombra es lugar donde él vive ahora.


Tendríamos que pasar por el hospital para ver a Rojas. Espero que sea una broma de mal gusto. Bueno, puedes sufrirle ahora que le duele al hablar o que te busque luego por no haberte despedido; y entonces sí que podrá hablar bien. Eres un cabrón, y me jode que, para lo poco que hablas, tengas razón.


John nunca fue muy hablador. A veces era un poco molesto tener que sacarle las ideas con exprimidor, solo hablaba cuando algo le gustaba mucho o le molestaba mucho o creía que era estrictamente necesario. Pero por lo general, fuera de lo práctico, era interesante que fuera un tipo que no te preguntaba nada, simplemente presenciaba todo y de ahí sacaba sus conclusiones. Esa era su forma de ver el mundo. El muy cabrón seria capaz de arder en el sol solo por comprobar por sí mismo que está caliente. Así que si quería ver si eras un hijo de puta o una buena persona, en vez de hablar contigo, se limitaba a esperar a que una situación te pusiera a prueba. De alguna forma era un tipo al que no podías mentirle, y si lo hacías no te servía de nada. Por cualesquiera que fueran las razones, ésto siempre le gustó, podía ir pensando en sus cosas o repasando fallos. O acordarse de que un capullo le manchó de sesos sus botas favoritas al rematarle de un taconazo. Ahora tenía que llevarlas a la tintorería. Por otra parte, Rojas era todo lo contrario...


Que suenen las trompetas, que acérrimos guerreros vienen a compadecer a su herido compañero; os honra, a la vez que mi deshonra aumenta cada momento que vivo después de semejante desliz. Más dramático no puedes ser, capullo. Se lo merece. Cuán amargas palabras, que no vienen sino a acrecentar mi hastío. Pues para la próxima, en vez de preocuparte de devolverle el zapato a una golfa, asegúrate de que el cabrón al que se la estaba chupando está muerto. Ay, amigo del alma, pedís al sol que deje de brillar o a una Venus apagar su belleza, pues el día que mi supervivencia prime a socorrer a una cenicienta, ese día estaré muerto y el Astro Rey no perseguirá a la Luna por los cielos. Tócatelos. Eres una cruz... al menos deberías asegurarte de matarlos a la primera. Ahí, amigo Sancho, lleváis más razón que un santo; que una espada nunca está demasiado afilada, ni un enemigo lo suficientemente muerto. Al final vas a resultar ser Fernando Panza. Fernando el muerto, el día que me pegue un tiro por estar hasta las narices; va el tipo y me trata se Sancho... 


De alguna forma, ya había terminado todo. Solo quedaba borrar algunas huellas y pasar a visitar a Ichiya, a ver si Maya no le había rebanado el pescuezo. O quemado el taller. O el coche. O todo. La verdad, es que no sabía como iba a explicarse. Ni siquiera sabía por qué tendría que hacerlo. Igual es que quería. Sería lo primero que haría porque quería en mucho tiempo. Sin ninguna explicación racional, sentía el impulso inefable de que ella le entendiera. De dar explicaciones aunque no tuviera que darlas. Explicárselo. Explicarle a ella por qué mueren los dragones.

miércoles, 3 de junio de 2015

El siguiente paso

Hace tiempo que no escribo, ¿Pero por qué no lo he hecho? No lo sé. Tal vez es porque saca una parte de mi que no quiero recordar. Una parte de mi desconectada desde hace tiempo. Para no sentir, para olvidar. Sentir que nada de lo que haces tiene sentido es tan duro... ¿Sentido para quién? ¿Porque no quiero lo que todos quieren? Pues es verdad. Por qué avergonzarme de querer ser distinto. Por qué hacer lo que todos hacen si siempre me sentí diferente ¿Mejor? ¿Peor? Distinto. No aspiro a nada más que a estar bien conmigo mismo, pero resulta que tampoco sé exactamente a dónde quiero llegar. Solo veo el camino y solo veo de aquí a seis o siete pasos. Cada vez que doy un paso, veo otro paso. Obnubilado donde se supone que otros ya ven. La misma historia de siempre.

¿Por qué no se lo que quiero? ¿Por qué tengo que querer algo concreto? ¿No puedo simplemente buscar sentirme bien con lo que hago? Vivir bien. Vivir con la conciencia tranquila. Vivir para mi. Vivir por mi. Sin trabajar para el sueño de otro, sin servir como vil lacayo temeroso de la mano del amo. ¿Es más duro el camino? Tortuoso de igual manera. Incierto, sí, tal vez. Pero la recompensa que sabes que te espera es infinita. Ya puede ir todo lo lento que quiera el reloj. Detente tiempo. Que esos versos que resuenan ahora dentro se abren paso a dentelladas como pueden. Apartan las entrañas y los huesos. Remueven lo que siento. Muchas veces ni siquiera necesito entender las cosas. Solo sé que pasan, las acepto ¿Para qué perder el tiempo en saber de dónde viene la ola? Si ya sabes que tienes que cogerla. Pregúntatelo luego, no pierdas el momento.

No sé si hay vida después. No sé si hay vida antes ¿Acaso importa? Ayer fue, ya no es. El mañana aún no es. Lo único que es, es hoy. El suelo donde pisas. El aire que respiras. La caricia leve del tiempo. La brizna de hierba movida por el viento. Tu risa. Tus lágrimas. Las palabras no dichas. Las que ya dijiste. Las que ahora no dices. Lo que estás diciendo y que te gustaría dejar de decir. El arrepentimiento no tiene cabida. Solo mira a lo que tienes delante. Recuerda lo que tienes detrás. Planea lo que harás para dar el siguiente paso. Porque al fin y al cabo es solo eso. El siguiente paso.

Todo se limita a eso, al siguiente paso. El exceso de libertad coarta a la libertad misma. Elecciones ergo dudas, dudas ergo te auto-limitas, te auto-limitas ergo tu eres tu propio carcelero. Es tan triste cuando te das cuenta de que te has metido en la celda con las llaves por dentro... Llevas toda tu vida diciendo que es el resto el que te tenia tras esos barrotes. Pero eres tú el que se ha metido ahí dentro. Eres tú el que ahora no abre la puerta. Porque tienes miedo. Tienes dudas. Porque caminar exige salir fuera. Pero los muros de tu prisión no te dejan ver, si llueve, hace sol o nieva. Si hace frío o sopla el viento. Solo tus dudas te limitan, solo tus dudas hacen que te abandones y permitas que el tiempo te arrugue como a un papel inservible. Solo tú eres lo que se interpone entre tú y tus sueños.

Tú eres el dragón y la princesa. Eres Daisy y eres el monstruo. Tú eres la llave y la cerradura. Eres el agua y el recipiente. Solo has de liberarte, porque lo único que tienes que entender es que no tienes nada que perder y todo que ganar. Llámalo destino, karma, creer en ti mismo, dogma, mandamiento, sincronicidad del universo o simplemente dejarte llevar. Llámalo como quieras, tómalo como quieras y usa las palabras que quieras para describirlo. Simplemente sigue tu camino y descubre adónde te lleva.

"¿Qué prefieres? ¿Arrepentirte de lo que hiciste o de lo que nunca te atreviste a hacer porque fuiste cobarde?" - El Chojin

lunes, 3 de noviembre de 2014

Filosofía barata

Un poco de filosofía barata. Todo el mundo lo hace, ¿yo no puedo? Nada que tenga fundamento, nada que esté comprobado. Porque esto de la filosofía barata es como el lado frío de la almohada: cuando le das la vuelta deja de estar fresquito y tienes que joderte la vida con la oreja sudada a ratos. Y es como todo, en los veranos podemos disfrutar de los breves instantes del frescor del lado oculto, pero hay inviernos en los que preferimos dejar nuestra almohada tal y como está, que se está bien así. Esos momentos de debilidad en los que te jode estar solo, pero entiendes que estar solo siendo débil te hace fuerte; momentos en los que echas de menos cosas que ni siquiera llegaron a ser en realidad, pero era invierno. Hasta que llego el verano y hubo que darle la vuelta a la almohada. Las cosas cambian a cada minuto que pasa. Morimos tan despacio que cuando llega el momento nos parece que la vida son dos días, tan despacio que ni nos damos cuenta y dejamos caer las hojas, llover en el mar y dejamos pasar delante a las chicas guapas en bikini. Si subimos a una montaña, es para mirar hacia abajo, si bajamos a un barranco es para mirar hacia arriba. Nadie mira al cielo cuando llueve. Nadie mira a quien tiene enfrente salvo si es un espejo, y recorremos el mundo buscando un espejo en el que mirarnos y algo que nos devuelva nuestras propias palabras. Un “tienes razón” da más ánimo que un “te equivocas”, hay quien lucha hasta que le dan la razón solo para que se calle o porque les apunta con un arma, hay quien tiene la razón pero ni se molesta en luchar. Montar el puzle de nuestras vidas, requeriría crear otro por montar en el que montamos el previo. Así que, ¿para qué andar montando puzles? ¿Para qué preocuparse por lo que tengamos o dejemos de tener? ¿Qué más da si el tiempo va o viene? ¿Qué más da estar soñando que vivimos o estar soñando con vivir? Si hasta los que no tenemos respuestas para nada tenemos derecho a preguntar cosas que no queremos que nos respondan. Si puede que, después de todo, la gracia de todo esto sea jugar a responderse a uno mismo algún día. Si no, no tendría gracia.

jueves, 2 de octubre de 2014

Dragón Rojo - V

¿Sabes ese momento en el que estás a punto de tirarlo todo por la borda, tu vida te pasa por delante de los ojos, te deshaces en lágrimas y al final no puedes hacerlo? Bien, pues a mí no me pasa. Tengo muy claro que tengo que cumplir estos objetivos, y no me importa si tú y tu amigo chicano os atravesáis el corazón con un palo afilado mientras os dais un morreo. Me la pela. Esa es la expresión correcta. Ahora bien, Bob, me la pela si te llamas Alfredo, Juanito o Ronaldo, te llamas Bob, porque lo digo yo. Eso y porque tus rastas me recuerdan a Bob Marley, One love, ¿Lo pillas? Bien, porque tú eres el vigía, tú tienes el 7’62 mm, los prismáticos y la visión nocturna; si algo chungo pasa o si tu nariz chata de perro guardián huele alguna cagada que no debería estar ahí, quiero saberlo. A ver, Laica, que me imagino que sabes por qué te llamo así, y como hagas otra mueca tu puto nombre va a ser Frijolita; tú eres la hacker, me he encargado de que la furgoneta esté bien equipada para el momento, así que espero que logres colarte en el servidor externo a través del wifi del local y te enteres de toda la porquería que tengan ahí guardada, quiero hasta la puta lista de precios de los cócteles. Manito me dijo que sois buenos, pero seréis novatos hasta que diga lo contrario y no voy a ir limpiando esos culos sureños toda la noche, así que lo que sea que eche una mano para que os concentréis, una paja, un chute… es el momento, en media hora entramos y estamos abiertos hasta el amanecer. Hala, ¿a que parecía que lo tenia ensayado? Pues no, me sale solo, soy así de bueno. Venga, a mamarla.

A veces se sorprendía a sí mismo de lo borde que podía llegar a ser, pero era la única manera de hacerles comprender que no le importaban una mierda. Necesitaba que fueran profesionales, no una pandilla de amigos, tenía que ser una operación limpia, ella estaba ahí y no podía fallar ni por medio milímetro. Así que no tenia otro remedio que ser el sargento Haartman, amargar y cabrear un poco al personal, para que quisieran hacer bien las cosas para irse a casa cuanto antes y perderle de vista. En este mundo, si no haces las cosas bien, mueres o te matan, así que no tenían otro remedio después de aceptar el sucio dinero. Hay cierta gente en el bajo mundo de la que no se puede escapar.

Antes de darse cuenta estaba dentro de aquel local que solía frecuentar cuando tenia algún negocio sucio que solucionar, era algo así como "terreno neutral". A veces no entendía qué carajo iba hacer allí, con tratos que prácticamente estaban cerrados o que solo necesitaban que le hundiera la cabeza a alguien en un retrete lleno de mierda, pero así eran las cosas. De cualquier forma, esta vez era distinto. El plan era negociar con un par de jefes de mafias rusas que se habían estado metiendo en el territorio del cartel. Manito le mandaba porque en esos años se había convertido en una especie de carta del triunfo, no tenía nada que perder, así que muchas veces la gente hacía lo que decía por miedo. Los rusos no eran iguales, estaban organizados, sus corazones eran tan fríos y difíciles de tragar como su vodka y, todo hay que decirlo, eran jodidamente buenos en lo que hacían. Tenían a toda la gente de la ciudad cagándose de miedo. Era comprensible, contrataban soldados mal pagados de las fuerzas especiales rusas, debían pagarles con vodka de la tundra, porque nadie había logrado sobornar a uno; eran soldados vacíos y sedientos de sangre que servían a un único amo, como perros carroñeros. Realmente no tenia idea de como serian de buenos haciendo su trabajo, teniendo en cuenta que se enfrentaban a pandillas y a chicanos parlanchines bebedores de licor de cactus, así que era de esperar que no fuera necesario un gran esfuerzo para dar por saco con toda la maraña de basura que había allí formada.

Cuando hablaba con Ivanov le costaba mantener la compostura. Tenia ese acento eslavo tan gracioso de las películas y no podía quitarse de la cabeza a aquel hombre diciendo “bebamos vodka, camarada”. En esos momentos se ponía a prueba todo lo que había aguantado sin reírse al oír hablar a los jefes del cartel, criados entre destiladoras de tequila y amamantados con coca sin cortar. Las cosas no iban bien, ese tipo quería dar por culo a todos, ni siquiera cobraba una fianza para rebajarte la pena, pretendía meter su congelada polla rusa por el culo de todos en aquella ciudad, y además quería hacerlo mirándonos a los ojos esbozando una sonrisa al mascullar “sois mis putas”. Personalmente, se la soplaba, le gustaba el vodka tanto como el tequila y la idea de tener un Ak-74u y no una mierda de pistola chunga, que no ponía donde la habían hecho porque ningún país había querido atribuirse semejante mierda que solo mataba de risa, le resultaba más atrayente. Pero bueno, había que seguir el plan. Los explosivos estaban colocados, solo tenía que encontrarla y sacarla de allí. Lo que no había planeado es que ella se pusiera en plan hija abandonada pidiendo explicaciones. Bastante hacía jugándose el culo otra vez para salvarla, joder. Le echó un rollo para que se le mojaran un poco las bragas y tenerla más receptiva y la mandó a su coche. Listo, cabos atados. Aquella noche solo había invitados de los rusos en el local, había poca gente ya que nadie quería ser precisamente camaradas suyos por las buenas. Por alguna extraña razón, esta imbécil había hecho amigas rusas y la habían llevado allí, menos mal que le dio por revisar las listas de invitados.

Si, si, claro Ivanov; vengan conmigo al reservado, al sótano, donde no nos moleste toda esta gente. Fernando, usted es un hombre que me cae muy bien, es eficiente, discreto y un gran bebedor; seguro que le interesará la oferta de unirse a mi negocio antes que estar con esos escandalosos perros del desierto. Rusia también esta medio desierta, solo que el sol ahí pega menos. Y además tiene sentido del humor, jajaja.

Bueno, no pretendía ser gracioso, pero daba igual. Tres guardaespaldas más el propio vip. Sacó su pistola 9mm “del chino” y le metió dos tiros a cada uno en el pecho antes de que pudieran hacer nada, el bautizo de vodka al que los había sometido durante toda la noche había servido para algo. Buenos bebedores, y una mierda. Ivanov le miraba en silencio. Le guardaba el mismo rencor que un ejecutado a su verdugo, él solo portaba el hacha, no había dado la orden; pero siempre está aquello de “mejor tú que yo”, por muy bien que nos caiga el otro si podemos dejar que sus sesos tiñan una pared para proteger nuestro pan, la gente se lo pensaría mejor antes de pisar el terreno de otro. Salió por una trampilla que daba al arrabal y accionó el contador del temporizador. Corrió durante 20 segundos a todo pulmón para sentir la presión en los oídos y en el pecho, que le hacían responsable de más de 100 muertes, y todo para proteger lo suyo. Quedaba una buena caminata hasta la siguiente salida, donde le estarían esperando sus fervientes seguidores, Laica y Bob.

Se había ocupado de que Maya estuviera en lugar seguro junto a Ichiya, no se le ocurría nada más divertido que imaginar a ese par discutiendo por gilipolleces día y noche, y aún les quedaba un tiempo juntos. A veces se le hacía corto el tiempo que llevaba fuera de casa. Un compañero de laboratorio descubre una nueva forma de envolver su bocadillo para que el perro de su vecino no le persiga y en vez de venderlo a alguna empresa y vivir bien durante el resto de su vida habiendo inventado el papel de cocina definitivo, resulta que a un camello se le ocurre envolver “maría” con él, todo se tuerce y el pringado de Fernando acaba trabajando para un cartel, alejado de la tía que tanto le ponía y su madre pensando que le habían dado una beca para ir a estudiar. Sí, estudiar. Qué risa. Aunque al menos estaba empezando a pasárselo bien, matar gente había empezado a ser cotidiano, y si no lo hacía el lo haría otro. Ya las pesadillas de la primera vez que un pedazo cerebro había caído en su zapato, y había quemado tanto los zapatos como la ropa que vestía, había desaparecido; empezaba a asustarle el hecho de que la vida dejara de importarle y se estuviera convirtiendo en un psicópata que acabaría degollando colegialas en algún descampado al amparo de la luz amarilla de las farolas y el negro del cielo. Pero bueno, eso no importaba, ahora tenía que ir coger el coche, un utilitario, iba a echar de menos su Skyline.

¿Hora? Tres, treinta. Como siempre, llega tarde. Gusta de entretenerse con sus poemas. Jajaja poemas dice, yo no llamaría así a lo que dice. Bueno, había que ponerle nombre. También es verdad, no podíamos llamarlo imbécil para siempre, no era serio. Cierto. Le daremos una media hora más, mientras pidamos algo de comer, a ver si nuestro poeta aparece en su “carroza”. Apropiado. Lo sabía, siempre he sido bueno para estas cosas. La verdad es que no. Espero que la camarera no nos reconozca, porque me muero de hambre y no me apetecen problemas. Todo seguro. Pues no sé qué me pone más nervioso, que me digas eso mientras te levantas la camiseta o que lo hagas para enseñarme la pistola. Todo son quejas, eso sí se te da bien. Bueno, uno de los dos tiene que hablar aquí, aunque sea para quejarse, que soso que eres, coño. No soy comediante. No podrías ni queriendo, que tienes menos gracia que un lunes de resaca. Puede ser. Paso de tu culo, vamos a comer, y deja la pistola en el coche, que no me fío de ti. Siempre quejas.

Anotación. 15:30. Seguimos esperando por Rojas. John y yo llevamos varias horas esperando en mitad de una montaña en la que hay una estación de servicio aprovechando un viejo descampado. Estamos lejos de la ciudad así que aquí nadie debería conocernos. John sigue igual de apático que siempre, su cara sigue transmitiendo sus pocas ganas de hacer amigos. Rojas seguramente esté haciendo prosa con alguna chica guapa que habrá visto al pasar. Entraremos a comer algo. Recuento de medios. Yo pongo las armas, sub-fusiles MP5 con miras réflex y silenciadores; un TAR-21 a petición de John, un Barret M92 .50 para mí y una AA-12 con una bayoneta para Rojas; munición anti-personal y anti-blindaje de varios calibres, C4 del mercado negro, granadas de fragmentación y una M249 SAW por si las cosas se ponen feas. Yo no tengo mi Skyline, pero John siempre ha dado la talla con su Honda NSX así que no es un punto flaco, además tenemos el Hummer H4 tuneado de Rojas para allanar el camino. Fin de anotación.


No me digan los señores que un servidor llega tarde de nuevo, el tiempo vuela raudo en estos lares donde la bellas muchachas corretean bucólicas por los márgenes de las sendas. Vaya, aquí está nuestro hidalgo caballero, enhiesto, como siempre. Dinosaurio bufón. Mas no entiendo tamaña osadía, noto aspereza donde debería haber regocijo de encontrar nuestras personas de nuevo reunidas en esta empresa. Manda cojones, como si lo hiciéramos por gusto, cállate anda y vámonos de aquí. Ya era hora. Como indiques Fernando, mucho gusto en encontrarnos de nuevo; John, siempre es un placer. Tienes razón, hace ya un par de años. No suficiente tiempo. A buen recaudo se halla tu educación, bajo llave, en tu negro corazón. Vaya hombre, lo que faltaba, nada de peleas “peques”, después de este trabajo podemos retirarnos y quitarnos de encima al cartel, a los rusos y hasta independizarnos y salir de casa de "mami y papi". Te escucho pues, jefe. Habla.

Ambos estuvieron conformes con mis ideas y con el plan. Era el momento de zanjar las cuentas pendientes y de acabar con el chantaje. Iban a borrar a todo el hampa de la ciudad de un plumazo. Llega un momento en el que las situaciones desesperantes se hacen insoportables, la desesperación supura dentro del pecho como pus negra hasta que tarde o temprano la cosa estalla; entonces es cuando el hombre desesperado lucha por ser tan fuerte como un río y llegar al mar, o evaporarse en el camino. Pobres los que se hallen en el curso de una fiera herida que busca dejar de estar acorralada, ahogados en el torrente de sangre y lágrimas hasta que los enemigos cejen o la fiera sucumba.

jueves, 10 de julio de 2014

Dragón Rojo - IV

La despertó el sol entrando por la ventana, le daba por completo en la cara una vez eran las 10 de la mañana, así que era un buen despertador. Después de una buena maldición blasfema se dio una ducha rápida para bajar al taller con Ichiya. Hizo una buena tanda de café en la cafetera del taller y se bebió una taza de golpe, sin azúcar; esa cafetera era la única razón por la que se daba tanta prisa por las mañanas para llegar hasta ese polvoriento taller. Ichiya ya hablaba con un coche a falta de insultar a su dueño, por lo visto sufría de incontinencia verbal aparte de la poca preocupación por mantenerse limpio.

Tranquilo bonito, ese imbécil dueño tuyo no va a tocarte mientras yo este presente, tranquilo que voy a cuidar bien de ti y a dejarte como nuevo. Ichiya, ¿para qué demonios le hablas al coche? Vaya preguntas...¿para qué fumas? Pues porque me gusta. Pues lo mismo yo; la gente es una mierda, guerras, miseria, avaricia, malos conductores...en cambio los coches son fiables, con un poco de cariño y retoques pueden hasta volar y llevarte donde quieras. Eh, eh, si quieres ponerte romántico yo me voy puedes metérsela por el...¿escape? Muy graciosa, reina de hielo, anda vete a cagar granizados de fresa, y de paso tráeme la llave dinamométrica de la caja de herramientas de ahí encima, con cuidado, y el juego de dados, ya que estás; voy a empezar a recomponerle el corazón a este cachorrito. "Cachorrito" dice, es un Pontiac GTO del 65, podría darme un baño de espuma de esos que tanto les gustan a los yankis en su motor.

Aún recordaba la "vuelta" que había ido a dar con Ichiya hacía dos noches. Resulta que lo único que conservaba de serie su coche era la plaquita de Lexus en la parte delantera. Nada más entrar vio que el salpicadero estaba lleno de indicadores, botones, interruptores y leds rojos y verdes, tenía la sensación de estar entrando en un coche de la NASCAR con las barras anti-vuelco y los sillones de competición. Dijo que le apetecía correr un poco, no le gustaba competir, así que tenia que aprovechar los días entre semana para no encontrarse con nadie subiendo a la montaña, corría porque le gustaba. Y no competía no precisamente por ser lento, tuvo que reprimir más de un chillido al tomar las curvas de la subida, ella misma había estado allí hacía varias horas y, a pesar de que el R34 era tracción 4x4, no habría podido dar una curva ni la mitad de rápido de lo que lo había hecho él con un Lexus de tracción trasera. Mientras corría, Ichiya sonreía como si fuera un niño pequeño y hasta le habló más de una vez, muy tranquilo, pero ella estaba muy ocupada reprimiendo los nervios para no quitarse un zapato y utilizarlo como arma blanca contra él, como para entender una palabra. Una vez llegaron arriba, Ichiya aparcó justo al borde de la montaña, donde se podía ver casi a vista de pájaro el pueblo, dejó bajar la temperatura del motor con el ventilador unos cuantos minutos y luego lo apagó. Hablaron distendidamente. Se dio cuenta de Ichiya también había estado muy preocupado por Fernando y que por eso cada vez que había ido a hablar con ella había sido algo tosco y un poco antipático; por primera vez se relajaron y mantuvieron una charla tranquila conociéndose un poco mejor. Resulta que, siendo joven, había discutido con su padre, que quería que estudiara medicina, para irse a montar un taller con unos amigos; la medicina no era la suyo, ni la gente, ni nada de eso y solo quería hacer lo que más le gustaba, arreglar coches y trastear en ellos. Desde niño lo había hecho, con 14 años construyó un kart con un motor de corta-césped averiado, el piñón y la cadena de una bicicleta y los desperdicios de carretillas y tablas que había cerca de su casa. Realmente, lo único que quería era estar entre coches, las personas no le gustaban demasiado, lo único que le llamaba realmente era un motor encendido. Para él era como una nana para un un niño pequeño, realmente era lo único que conseguía hacerlo dormir; por eso pasaba tantas horas despierto arreglando coches, porque dejarlos sin desperfectos era la mejor manera de conciliar el sueño.

En la bajada lo entendió. Ichiya era igual que ella, tenía a alguien con quien compartía algo especial y no quería perderlo, a pesar de que fuera de forma distinta a la de ella. Estaba claro que Ichiya no sentía atracción sexual por Fernando, o eso esperaba, pero por alguna razón que no alcanzaba a imaginar -teniendo en cuenta lo que había estado descubriendo últimamente- estos dos tenían una buena amistad, sobre todo para ser alguien a quien no le gustaba la gente y casi siempre prefería pegarse soliloquios junto a un coche. Qué extraña es la vida. Incluso sin darse cuenta ya había empezado a resultar de ayuda en el taller y era más una especie de secretaria que también alcanzaba herramientas y apretaba algunos botones de algunas máquinas; no por ello Ichiya había dejado de tenerla por una inútil y aún seguía tratándola como si fuera su primer día allí. A pesar de sentirse algo minusvalorada, le daba su tiempo a Ichiya para que delegara en ella según se sintiera cómodo dejándola acercarse a sus "preciados niños" y trataba de evitarle el contacto humano del que tantas veces quejaba: "retrasados, rompecoches y gilipollas", repetía constantemente. A toda regla le llega su excepción, había personas con las que departía bastante rato y hasta bromeaba con ellas. Por lo general eran las chicas que pasaban en bikini con un bolso de playa, y buenas tetas, que se dirigían a la playa, ya le conocían así que solían detenerse a reír un rato con sus bromas. Era carismático cuando se lo proponía ese desgraciado. Apostaría a que se las follaba a todas, y con todas se llevaba bien y no había visto ninguna clase de disputa estrogénica por allí cerca. Qué gente más rara. También se llevaba bien con el tipo de la tienda de repuestos, un tal "Manito", dudaba que ese fuera su nombre, pero la verdad es que daba lo mismo. Bueno, al menos para ser algo sociópata y una montaña de fibra, no era un tipo agresivo, o eso pensaba.

Para toda regla está su excepción. Semanas después se escuchó el rugido de un motor de altas revoluciones, no más de dos litros, pensó, podía escuchar el silbido del turbo y el siseo del filtro de aire al cambiar de marcha. Ichiya se quedó como un perro guardián, saco la cabeza del capo del Celica negro y apoyó una mano en la carrocería y la otra la apretó con fuerza mientras sostenía la llave inglesa. Notó cómo la atmósfera del lugar se enrarecía y ella misma empezó a ponerse nerviosa. Qué coño pasa. El coche se acercaba, dobló la ultima curva, recta de 100 metros hasta el taller y se cruzó justo delante. Un Honda Civic Type R rojo metalizado, alerón y llantas negras. Tardó ella más en analizar el coche que Ichiya en echar a correr con la llave inglesa y mucha mala leche. Ver a un tipo de casi dos metros y más de 100 kilos de músculo correr de esa manera hacia ti debe de dar un cague impresionante, y vaya si lo daba, porque el tipo del Civic salió como alma que lleva el diablo en dirección a la playa gritando algo de "supéralo cabrón" mientras Ichiya no hacía más que gruñir y mascullar algo de una puta. El tipo del Civic no debía medir mucho más de metro setenta, pelo corto rubio y tez morena por el sol, se había dejado patillas y chiva; bermudas beige y camiseta blanca. O era así cuando salió del coche, porque ahora mismo era una especie de maniquí algo amorfo vapuleado por Ichiya contra la arena mojada y las olas. Le metia la cabeza en la arena hasta que comía medio bocado y luego, al venir una ola, lo ahogaba en ella hasta que se iba. Y qué energía, en cuanto cogía un poco de aire soltaba algo parecido a "hijoputa" mientras escupía arena. Así unos 10 minutos. Cuando Ichiya lo trajo a rastras hasta el taller, el tipo parecía estar muerto, salvo porque respiraba.

¿Quien es? Mi cuñado.

sábado, 7 de junio de 2014

El Dragón Rojo - III

Ya llevaba varios días allí. Ichiya le había hecho un hueco ayudándole en el taller, ya que hasta ahora había sido Fernando su compañero y, a pesar de la insomne vida que dedicaba a los coches, comenzaba a amontonársele el trabajo. Él quedo sorprendido de que supiera lo que era una llave inglesa, pero, a pesar de cualquier posible prejuicio, su padre y su hermano habían sido mecánicos y pudo arreglárselas bien con lo poco que sabia aunque solo fuera buscando herramientas. A fin de cuentas lo único que de verdad quería era distraerse y no pensar, agotar su mente y su cuerpo para llegar rendida a la oscura habitación y apenas encontrar a tientas la cama y no tener tiempo siquiera de plantearse su existencia antes de dormirse. Era lunes esa mañana, Ichiya estaba instalándole una nueva caja de transmisión a un Corvette Stingray del 67, y el cliente estaba hablando con él. Por lo visto un corredor callejero famoso había desaparecido y habían visto al que parecía ser su coche, pero él no daba señales de vida. Debía ser muy bueno, era extraño que se armara bastante semejante revuelo, aunque ella empezaba a sospechar acerca de por qué Ichiya había querido cubrir el Skyline con una lona dentro del taller.

¿Y eso Ichiya?¿Qué tienes bajo esa lona? Es el coche de un amigo, me ha pedido que se lo guarde, es para un cliente especial, por decirlo de alguna forma, y no, ya puedes ir alejándote, no puedes verlo. Siempre has sido muy puntilloso con esas cosas, los detalles, raro viniendo de un tío tan...sucio jajaja. No soy sucio, me gusta lo que hago y uno tiene que hacer lo que tiene que hacer; lo cirujanos también se pringarán de sangre hasta las orejas, pues yo igual, si tengo que salvar a un coche de un dueño tan inepto con el embrague como tú, no tengo miedo de meter la mano hasta el codo.

Y siguieron discutiendo un buen rato, mientras ella se paseaba por el taller. Le gustaba trastear como una niña pequeña e ir abriendo cajones para ver qué se encontraba, el taller era enorme, sobre todo para dos personas nada más, así que había muchos rincones sin usar y se habían ido amontonando viejos cachivaches olvidados y polvorientos, piezas de motores e incluso llegó a encontrar una turbina de un avión a reacción. Ichiya le contó que con unos amigos había querido adaptarle la turbina a un camión de carreras, pero el post-quemador no funcionaba bien y les costaba conseguir las piezas, era un motor de un Mig-29 soviético.

Esa noche hizo la cena. Ichiya había conseguido buena carne de ternera y le había preguntado que si sabía hacer algo que no fuera asarla y si le apetecía cocinarla, así de paso podrían hablar. Le había parecido una petición un tanto extraña y tampoco es que tuviera grandes dotes culinarias, pero pudo apañar una salsa que le había enseñado su abuela e Ichiya se presento con una botella de vino tinto, otra de blanco, otra de rosado y una de refresco, por si acaso, que personaje más gracioso. Cenaron sin grandes incidentes, nada más allá de algunos silencios incómodos. Ella estaba sorprendida de que, a pesar de ser un tío tan bruto y simple, tenia unos excelentes modales en la mesa; habría esperado que se pusiera a salpicar y a roncar como un marrano mientras comía, teniendo en cuenta su higiene mientras estaba en el taller.

Bueno, supongo que puedo seguir con la lección de historia, y me apetecía hacerlo después de cenar y poder hacerlo de forma distendida, que el otro día parecía que habláramos de El Chacal; supongo que piensas quedarte por aquí un tiempo, al menos hasta saber qué ha sido de nuestro "Houdini", digo yo que querrás saber alguna cosa más acerca de él y de mi. Bueno, sería un detalle, pero a veces no estoy muy segura de tener una mente capaz de soportar lo que tenga que oír, puede que pote... Muy graciosa, ja, ja, ja, no me hagas reír que me atraganto; pues si no quieres no te cuento nada. Jajaja anda, no te pongas remolona, guapa, si tú sabes que solo estoy bromeando. Eso, tu sigue. Venga, ya en serio, cuenta, cuenta. Bueno, pues básicamente, el piloto ese por el que se ha estado preguntando últimamente era Fernando, y el coche que se dice que es suyo que se ha visto por los alrededores es su Skyline, solo que antes tenia un Dragón rojo pintando en cada lateral; cuando te encontró dijo que quería cambiar de vida y que ya no le hacia falta el dinero proveniente de las apuestas, así que quitó el vinilo y puso el coche a tu nombre, lo puedes mirar en los papeles; no me preguntes exactamente por qué, no tengo ni idea de qué se le pasa a ese hombre por la cabeza. Muy gracioso, Fernando siempre ha sido algo inepto y nunca le han gustado los coches, no veo como iba a estar ganando carreras... bastante raro me parecía ya que tuviera un Skyline, no tiene cara de saber lidiar con los más de seiscientos caballos que debe tener ese cacharro. Seguro que tú lo haces mejor jajaja.


Ahora sí que era verdad que no le conocía. Ella también había cambiado en esos cinco años, pero no era nada tan drástico como pasar de ser un chico mediocre y pardillo a una especie de genio contrabandista en una suerte de experimento de primero de química y encima un piloto de carreras callejeras. Muchas cosas que asimilar en tan solo un par de días. Cogió de nuevo el Skyline y se fue a probarlo a las montañas. No había carreras hoy, así que podía ir tranquila. El tramo consistía en una subida de rectas cortas, curvas cerradas y horquillas entrelazadas, en lo alto un descampado. Aquello parecía casi pensado para reuniones clandestinas. Intentó hacerlas lo más rápido que pudo, pero las primeras veces no pudo más que ir reconociendo los sinuosos virajes de la carretera. En más de una curva se atisbaba la penumbra tras el quita-miedos, bien sabido que, detrás, el abismo esperaba con las fauces abiertas a los incautos de la velocidad. A pesar de que sentía miedo de la potencia que no controlaba del coche, se sentía bien empujando el acelerador hasta tocar la alfombrilla, aunque solo fuera por un segundo. Recordó los tiempos en los que su padre y su hermano preparaban coches de carreras y los probaban en el circuido de carreras. Apenas supo cómo pasó, pero al salir de una curva el coche perdió adherencia en la parte trasera, pronto empezó a ver el muro, luego el humo de los neumáticos, luego el quita-miedos tras el cual estaba el precipicio, la siguiente curva, el muro otra vez... la siguiente curva, cada vez más cerca, daba al vacío. Recordó el coche de su hermano y su padre dando vueltas y ardiendo, los trozos de carrocería, los cristales rotos, los gritos de agonía y los de horror de su madre, las lágrimas y el terror, la impotencia. El coche se detuvo a varios metros del borde de la carretera. Empezó a llorar como cuando era una niña, no sabía por que lloraba, tal vez porque había pasado miedo, por los nervios, por los recuerdos tan dolorosos, por todo, por nada.

¿Qué piensas hacer con él? ¿Con qué? Pues con el Gtr. No sé por que debería hacer algo en concreto, y vaya conversación, que acabo de llegar. Pues no sé por qué no haces nada. Bueno, otro con enigmas de mierda, dime de una vez lo que quieras decirme. Desde luego, un día van a venir los de la perrera, dirán que te tengo sin bozal y sin vacunar y que eres un peligro público. Que te den por culo, ¿ves el dedito? con éste te van a dar. Por favor, que chica más mal hablada, guarda ese dedo, que igual lo pierdes; como te estaba diciendo, salvaje, no veo que tengas obligaciones, o al menos ganas de volver a tu pueblucho a hacer lo que quiera que hicieras allí, y aquí básicamente te tengo de "pasameesallavedeahi"; así que deberías pensar en si quieres irte -cosa que no me agradaría, a pesar de tu evidente falta de finura-, empezar a meter las manos en los motores, conducir ese maravilloso monumento negro que tienes detrás o, yo qué sé, irte a salvar ballenas y perros cojos; porque estar por aquí como un alma en pena como si fueras un perro abandonado esperando a que aparezca tu novio no es lo mejor que puedes hacer, por mucho que le esperes no va a venir antes, así que entretén tu hermoso culito en algo y que la inspiración te pille trabajando. No es mi novio y deja de mirarme el culo, gilipollas. Desde luego, a las mujeres no hay quien las entienda, acabo de intentar hacerte pensar un poco para darte ánimos, o lo que sea, y tú solo te quedas con que te miro el culo y con que Fernando no es tu novio; lo siento, pero en ti solo hay dos cosas seguras: ese culazo, que es mejor que las curvas de Laguna Seca, y que estás más perdida que un pulpo en un garaje, así que despabila y haz algo con tu vida, antes de que solo estés perdida y no buena.

No sabía por qué, pero Ichiya tenía un don para hacerte cabrear y también el don de hacerte pensar en lo que te estaba diciendo, así que no supo si mandarlo a la mierda o darle la razón, por lo que soltó un bufido y fue a fumarse un cigarro a la arena de la playa. No había luna, pero el cielo estaba despejado y corría una leve brisa, por lo que las olas perlaban sus puntas con plata antes de perderse en la oscuridad de la lejanía. Dio varias caladas, pero dejó el cigarro a la mitad en terrado en la arena y se tumbó boca arriba. No tenía a donde ir, ni tenía a nadie importante en su vida, todo había sido una mierda desde hacía varios años, sobre todo desde que Fernando se fue, así que si quería tener alguna oportunidad de volver a verle, quedarse allí con Ichiya era lo mejor, y tampoco tenia nada mejor que hacer en otra parte. Aunque no sabía que iba a hacer en ese lugar hasta entonces.

Llevaba ya bastante rato en la arena, empezaba a entrarle frío así que decidió irse ya a la cama. Entonces escuchó el rugido de un motor. Venía del taller de Ichiya. Salió del garaje como una bestia hambrienta un Lexus IS300, blanco y con un tigre como el que tenia Ichiya tatuado en el pecho dando un zarpazo en la puerta. El animal parecía estar vivo cuando el coche se detuvo bajo la farola. Ichiya se bajó y cerró la puerta del taller. Mientras subía al coche y éste rugía como un tigre amaestrado ronroneando, dijo: "¿Es que no vas a venir a dar una vuelta?"