martes, 27 de febrero de 2018

Gines de Pasamonte

 La verdad es que ni yo mismo tengo claro por qué me gusta tanto este nombre. Ginés de Pasamonte, fue uno de esos personajes del Quijote que me hicieron reír. "Aquel embustero y grandísimo maleador que quitamos mi señor y yo de la cadena", gustó Sancho de referirse a él. Vivaz maleante que aparece y reaparece con máscaras y pillerías. 


 Me encantó El Quijote, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Creo que fue el primer libro que me enganchó férreamente. Nunca he sido un ávido lector, pero tengo mis fases de vicios. A veces me da por una cosa, otras por otra. En una de esas fases de lector pertinaz recuerdo haberme leído la trilogía de El Señor de los Anillos en unas 3 semanas. Con la obra de Cervantes y su segunda parte bien habré igualado semejante hazaña y vive dios que gracias a Cervantes y Reverte aún uso esas expresiones tan singulares y entrañables cuando me da por escribir. Vive dios, voto a bríos, hideputa y demás rescate que me hace parecer pedante a ratos y anticuado otras, pero extravagante siempre. 


 Poca importancia tiene por qué me gustan esas expresiones, ese nombre o ese tipo de escritura que si bien la de Cervantes fue innovadora, la de Reverte perpetúa un viejo estilo con su ácido y ahumado cariz de viejo guerrero. El caso es que me gustan. Me gusta lo viejo. A veces puedo parecer subnormal cuando digo que nací en la época o el país equivocado, sobre todo ante quienes me conocen, porque bien queda claro que son un tipo más bien sedentario, acostumbrado a los cuidados de la buena vida moderna y bastante fan de las nuevas tecnologías. Pero en el fondo lo siento así. Siento que estaría más contengo en general si la vida se limitara a la de un mercenario, un marino, un explorador, un mercader de hace 400 años. O, joder, dentro de otros 400 si es que de una buena vez no nos extinguimos unos a otros como especie y podemos viajar entre las estrellas. 


 Por mi vida que debo estar viviendo la época que me resulta más aburrida de todas las que se me puedan ocurrir. Cuando le vaya a contar historias de mi juventud a mi sobrino, lo máximo que podré decir es que de vez en cuando hacía acampadas con mis amigos y que añorábamos poder volver a casa a dispararnos unos a otros en el Call Of Duty jugando en pantalla dividida. Intentaré no hablarle de momentos vergonzosos ni de bebida, que solo son eso, momentos vergonzosos que poca gracia podrán hacer si no es a otros borrachos.


 Supongo que parte de esa pesadez y desgana que siendo es por tener que estar como Ginés en el libro, de aquí para allá huyendo de lo que se supone que tengo que hacer; usando máscaras, disfraces y estafas para acabar siendo descubierto y hacer mutis por la derecha. Un tanto gilipollas por mi parte el compararme con un personaje secundario ambientado hace 500 años, criminal, prófugo y a saber qué cosas más, pero bueno. Supongo que, una vez más, poca importancia tiene aquí la lógica teniendo en cuenta que es así como lo siento.

Fuera de lugar. No estoy bien ni mal. Simplemente no sé donde coño estoy, adónde coño voy ni tampoco tengo muy claro de dónde vengo. La verdad es que no tengo muy claro cómo he acabado en esta situación, que no es excepcional, pero yo mismo me pregunto a veces qué carajo estoy haciendo. La respuesta siempre ha sido, moverme por no quedarme quieto. Hacer cosas al azar y sin demasiado tino ni empeño a ver si por casualidad hallo mi sitio. Ni siquiera tengo muy claro cuál será la sensación que tendré, ni si dejaré de sentir esta especie de pesadez existencial como alguien que está obligado a vivir una vida que no es la suya. Pero bueno, sin prisa pero sin pausa. Buscando el cambio.

Como Ginés de Pasamonte. Me iré a buscar un mono.

Dragón Rojo VI

Expiró el humo del cigarro. Lo dejó salir inerte, ahogado, como el aliento exhausto de un dragón cansado. Otra calada. Algunas cosas no habían salido según lo planeado. Le puteaban estas cosas, pero a fin de cuentas tenía lo que quería. Tenía a toda la escoria bajo control. Bueno, se había cepillado al líder de cada banda, a todos y cada uno de los que mostraban algo de liderazgo y llevaban el negocio. Desde altos jefes hasta los chulos de putas. Exhalación. A Rojas le había perforado el pecho con una 9mm un matón, por suerte su verborrea no es su única cualidad acentuada y es un cabrón bien duro. Tiene toda la pinta de que no va a palmarla en un tiempo. Otra calada. John estaba intacto y había liquidado al equipo secundario, para que nadie pudiera relacionarles y clamar venganza. Bueno, clamarla sí, pero no cobrarla. A veces este tío daba miedo. Exhalación.

La verdad es que la ejecución había sido simple. Con el hackeo del club habían conseguido toda la información de que disponían los rusos, que a su vez tenían controladas al resto de facciones de la ciudad. Lugares de entrega, locales, tapaderas, lavaderos, almacenes. Horarios... Solo habían tenido que esperar a que se reunieran. Los rusos, a pesar de ser buenos intimidando y organizados, tenían el ego subido, así que no se cuidaron de no reunir a todos los jefes en la misma sala. Craso error. Al cartel hubo que picarlo aquí y allá con un margen de tiempo algo limitado, pero Bob y Laica habían cumplido. Casi sabe mal haberles recompensado con una bala a cada uno. Solo era cuestión de tiempo que las estructuras que habían creado se vinieran abajo por sí solas. Había más facciones en el juego, pero no eran lo suficientemente fuertes ni especializadas como para hacerlas caer tan simplemente. Solo el miedo les aplacaría de seguir creciendo, al menos por un tiempo. La paz con sangre estaba firmada con las mínimas bajas inocentes.


La vida normalmente es una puta mierda, pero hoy es un buen día. Bueno, nadie diría por tu cara que ahora eres libre, parece que acaban de darte por culo, y no en sentido figurado. Hombre, sinceramente, detestaba a todos esos hijos de puta, pero siempre les entendí; el mundo esta lleno de basura, la gente es tan patética que solo quiere meterse su raya y salir de fiesta; volver a casa, encender la tele y matarse neuronas con una cerveza; nadie quiere morir, pero todos se matan poco a poco, como quien respira; estos hijos de puta simplemente querían vivir un poco sus asquerosas vidas, exprimirlas, y si para ello debían destripar a un gordo cabrón que no saldaba sus deudas o enganchar a un quinceañero a la heroína, lo hacían. En el fondo no somos tan distintos. No. Esa es la mierda que te jode. Supongo. Si sacas la cabeza del culo, igual te das cuenta de que no habrá más chantaje y podrás volver con Maya. La verdad es que hace mucho que esa carta dejo de hacerles falta. Que mierda. Pues lo que decía.


No todo es tan simple siempre como blanco o negro. Bueno, nunca lo es. Ahora podía recordar una época en la que quiso ese sueño americano que siempre se nombra en las películas americanas. Una casa blanca, un césped recién cortado, una vaya y un camino de piedra en la entrada. Incluso uno de esos buzones con banderita. Incluso un felpudo de bienvenida. Incluso una vez quiso que fuera con Maya. Pero hace tiempo que aprendió que la vida es perra. La familia de Maya tuvo que morir, él tuvo que hacerse el listo. Tuvo que cambiar. Sobrevivir. Y todo se fue con la vida. Y ahora todo es nuevo. Ahora el mundo está teñido de negro y el blanco ha dejado de existir. Solo hay grises menos oscuros. La luz solo existe para que se proyecten las sombras y esa sombra es lugar donde él vive ahora.


Tendríamos que pasar por el hospital para ver a Rojas. Espero que sea una broma de mal gusto. Bueno, puedes sufrirle ahora que le duele al hablar o que te busque luego por no haberte despedido; y entonces sí que podrá hablar bien. Eres un cabrón, y me jode que, para lo poco que hablas, tengas razón.


John nunca fue muy hablador. A veces era un poco molesto tener que sacarle las ideas con exprimidor, solo hablaba cuando algo le gustaba mucho o le molestaba mucho o creía que era estrictamente necesario. Pero por lo general, fuera de lo práctico, era interesante que fuera un tipo que no te preguntaba nada, simplemente presenciaba todo y de ahí sacaba sus conclusiones. Esa era su forma de ver el mundo. El muy cabrón seria capaz de arder en el sol solo por comprobar por sí mismo que está caliente. Así que si quería ver si eras un hijo de puta o una buena persona, en vez de hablar contigo, se limitaba a esperar a que una situación te pusiera a prueba. De alguna forma era un tipo al que no podías mentirle, y si lo hacías no te servía de nada. Por cualesquiera que fueran las razones, ésto siempre le gustó, podía ir pensando en sus cosas o repasando fallos. O acordarse de que un capullo le manchó de sesos sus botas favoritas al rematarle de un taconazo. Ahora tenía que llevarlas a la tintorería. Por otra parte, Rojas era todo lo contrario...


Que suenen las trompetas, que acérrimos guerreros vienen a compadecer a su herido compañero; os honra, a la vez que mi deshonra aumenta cada momento que vivo después de semejante desliz. Más dramático no puedes ser, capullo. Se lo merece. Cuán amargas palabras, que no vienen sino a acrecentar mi hastío. Pues para la próxima, en vez de preocuparte de devolverle el zapato a una golfa, asegúrate de que el cabrón al que se la estaba chupando está muerto. Ay, amigo del alma, pedís al sol que deje de brillar o a una Venus apagar su belleza, pues el día que mi supervivencia prime a socorrer a una cenicienta, ese día estaré muerto y el Astro Rey no perseguirá a la Luna por los cielos. Tócatelos. Eres una cruz... al menos deberías asegurarte de matarlos a la primera. Ahí, amigo Sancho, lleváis más razón que un santo; que una espada nunca está demasiado afilada, ni un enemigo lo suficientemente muerto. Al final vas a resultar ser Fernando Panza. Fernando el muerto, el día que me pegue un tiro por estar hasta las narices; va el tipo y me trata se Sancho... 


De alguna forma, ya había terminado todo. Solo quedaba borrar algunas huellas y pasar a visitar a Ichiya, a ver si Maya no le había rebanado el pescuezo. O quemado el taller. O el coche. O todo. La verdad, es que no sabía como iba a explicarse. Ni siquiera sabía por qué tendría que hacerlo. Igual es que quería. Sería lo primero que haría porque quería en mucho tiempo. Sin ninguna explicación racional, sentía el impulso inefable de que ella le entendiera. De dar explicaciones aunque no tuviera que darlas. Explicárselo. Explicarle a ella por qué mueren los dragones.