¿Sabes ese momento en el que estás a punto de tirarlo todo
por la borda, tu vida te pasa por delante de los ojos, te deshaces en lágrimas
y al final no puedes hacerlo? Bien, pues a mí no me pasa. Tengo muy claro que
tengo que cumplir estos objetivos, y no me importa si tú y tu amigo chicano os
atravesáis el corazón con un palo afilado mientras os dais un morreo. Me la
pela. Esa es la expresión correcta. Ahora bien, Bob, me la pela si te llamas
Alfredo, Juanito o Ronaldo, te llamas Bob, porque lo digo yo. Eso y porque tus
rastas me recuerdan a Bob Marley, One love, ¿Lo pillas? Bien, porque tú eres el
vigía, tú tienes el 7’62 mm, los prismáticos y la visión nocturna; si algo
chungo pasa o si tu nariz chata de perro guardián huele alguna cagada que no debería
estar ahí, quiero saberlo. A ver, Laica, que me imagino que sabes por qué te
llamo así, y como hagas otra mueca tu puto nombre va a ser Frijolita; tú eres
la hacker, me he encargado de que la furgoneta esté bien equipada para el
momento, así que espero que logres colarte en el servidor externo a través del
wifi del local y te enteres de toda la porquería que tengan ahí guardada,
quiero hasta la puta lista de precios de los cócteles. Manito me dijo que sois buenos, pero seréis novatos hasta que diga lo contrario y no voy a ir
limpiando esos culos sureños toda la noche, así que lo que sea que eche una
mano para que os concentréis, una paja, un chute… es el momento, en media hora
entramos y estamos abiertos hasta el amanecer. Hala, ¿a que parecía que lo
tenia ensayado? Pues no, me sale solo, soy así de bueno. Venga, a mamarla.
A veces se sorprendía a sí mismo de lo borde que podía
llegar a ser, pero era la única manera de hacerles comprender que no le
importaban una mierda. Necesitaba que fueran profesionales, no una pandilla de
amigos, tenía que ser una operación limpia, ella estaba ahí y no podía fallar
ni por medio milímetro. Así que no tenia otro remedio que ser el sargento
Haartman, amargar y cabrear un poco al personal, para que quisieran hacer bien
las cosas para irse a casa cuanto antes y perderle de vista. En este mundo, si
no haces las cosas bien, mueres o te matan, así que no tenían otro remedio
después de aceptar el sucio dinero. Hay cierta gente en el bajo mundo de la que
no se puede escapar.
Antes de darse cuenta estaba dentro de aquel local que solía
frecuentar cuando tenia algún negocio sucio que solucionar, era algo así como "terreno neutral". A veces no entendía
qué carajo iba hacer allí, con tratos que prácticamente estaban cerrados o que
solo necesitaban que le hundiera la cabeza a alguien en un retrete lleno de
mierda, pero así eran las cosas. De cualquier forma, esta vez era distinto. El
plan era negociar con un par de jefes de mafias rusas que se habían estado metiendo
en el territorio del cartel. Manito le mandaba porque en esos años se había
convertido en una especie de carta del triunfo, no tenía nada que perder, así que muchas veces la gente hacía lo que decía por miedo. Los rusos no eran
iguales, estaban organizados, sus corazones eran tan fríos y difíciles de
tragar como su vodka y, todo hay que decirlo, eran jodidamente buenos en lo que
hacían. Tenían a toda la gente de la ciudad cagándose de miedo. Era
comprensible, contrataban soldados mal pagados de las fuerzas especiales rusas,
debían pagarles con vodka de la tundra, porque nadie había logrado sobornar a
uno; eran soldados vacíos y sedientos de sangre que servían a un único amo,
como perros carroñeros. Realmente no tenia idea de como serian de buenos haciendo
su trabajo, teniendo en cuenta que se enfrentaban a pandillas y a chicanos
parlanchines bebedores de licor de cactus, así que era de esperar que no fuera
necesario un gran esfuerzo para dar por saco con toda la maraña de basura que
había allí formada.
Cuando hablaba con Ivanov le costaba mantener la compostura.
Tenia ese acento eslavo tan gracioso de las películas y no podía quitarse de la
cabeza a aquel hombre diciendo “bebamos vodka, camarada”. En esos momentos se
ponía a prueba todo lo que había aguantado sin reírse al oír hablar a los jefes
del cartel, criados entre destiladoras de tequila y amamantados con coca sin
cortar. Las cosas no iban bien, ese tipo quería dar por culo a todos, ni
siquiera cobraba una fianza para rebajarte la pena, pretendía meter su
congelada polla rusa por el culo de todos en aquella ciudad, y además quería
hacerlo mirándonos a los ojos esbozando una sonrisa al mascullar “sois mis
putas”. Personalmente, se la soplaba, le gustaba el vodka tanto como el tequila
y la idea de tener un Ak-74u y no una mierda de pistola chunga, que no ponía
donde la habían hecho porque ningún país había querido atribuirse semejante
mierda que solo mataba de risa, le resultaba más atrayente. Pero bueno, había que seguir el plan. Los
explosivos estaban colocados, solo tenía que encontrarla y sacarla de allí. Lo
que no había planeado es que ella se pusiera en plan hija abandonada pidiendo
explicaciones. Bastante hacía jugándose el culo otra vez para salvarla, joder.
Le echó un rollo para que se le mojaran un poco las bragas y tenerla más
receptiva y la mandó a su coche. Listo, cabos atados. Aquella noche solo había
invitados de los rusos en el local, había poca gente ya que nadie quería ser
precisamente camaradas suyos por las buenas. Por alguna extraña razón, esta
imbécil había hecho amigas rusas y la habían llevado allí, menos mal que le dio
por revisar las listas de invitados.
Si, si, claro Ivanov; vengan conmigo al reservado, al
sótano, donde no nos moleste toda esta gente. Fernando, usted es un hombre que
me cae muy bien, es eficiente, discreto y un gran bebedor; seguro que le
interesará la oferta de unirse a mi negocio antes que estar con esos
escandalosos perros del desierto. Rusia también esta medio desierta, solo que
el sol ahí pega menos. Y además tiene sentido del humor, jajaja.
Bueno, no pretendía ser gracioso, pero daba igual. Tres
guardaespaldas más el propio vip. Sacó su pistola 9mm “del chino” y le metió dos tiros a cada uno en el pecho antes de que pudieran hacer nada, el bautizo
de vodka al que los había sometido durante toda la noche había servido para
algo. Buenos bebedores, y una mierda. Ivanov le miraba en silencio. Le guardaba
el mismo rencor que un ejecutado a su verdugo, él solo portaba el hacha, no
había dado la orden; pero siempre está aquello de “mejor tú que yo”, por muy
bien que nos caiga el otro si podemos dejar que sus sesos tiñan una pared para
proteger nuestro pan, la gente se lo pensaría mejor antes de pisar el terreno de otro. Salió por una trampilla que
daba al arrabal y accionó el contador del temporizador. Corrió durante 20 segundos
a todo pulmón para sentir la presión en los oídos y en el pecho, que le hacían
responsable de más de 100 muertes, y todo para proteger lo suyo. Quedaba una
buena caminata hasta la siguiente salida, donde le estarían esperando sus
fervientes seguidores, Laica y Bob.
Se había ocupado de que Maya estuviera en lugar seguro junto
a Ichiya, no se le ocurría nada más divertido que imaginar a ese par
discutiendo por gilipolleces día y noche, y aún les quedaba un tiempo juntos. A
veces se le hacía corto el tiempo que llevaba fuera de casa. Un compañero de
laboratorio descubre una nueva forma de envolver su bocadillo para que el perro
de su vecino no le persiga y en vez de venderlo a alguna empresa y vivir bien
durante el resto de su vida habiendo inventado el papel de cocina definitivo,
resulta que a un camello se le ocurre envolver “maría” con él, todo se tuerce y
el pringado de Fernando acaba trabajando para un cartel, alejado de la tía que
tanto le ponía y su madre pensando que le habían dado una beca para ir a
estudiar. Sí, estudiar. Qué risa. Aunque al menos estaba empezando a pasárselo
bien, matar gente había empezado a ser cotidiano, y si no lo hacía el lo haría
otro. Ya las
pesadillas de la primera vez que un pedazo cerebro había caído en su zapato, y
había quemado tanto los zapatos como la ropa que vestía, había desaparecido;
empezaba a asustarle el hecho de que la vida dejara de importarle y se
estuviera convirtiendo en un psicópata que acabaría degollando colegialas en
algún descampado al amparo de la luz amarilla de las farolas y el negro del
cielo. Pero bueno, eso no importaba, ahora tenía que ir coger el coche, un
utilitario, iba a echar de menos su Skyline.
¿Hora? Tres, treinta. Como siempre, llega tarde. Gusta de
entretenerse con sus poemas. Jajaja poemas dice, yo no llamaría así a lo que
dice. Bueno, había que ponerle nombre. También es verdad, no podíamos llamarlo
imbécil para siempre, no era serio. Cierto. Le daremos una media hora más, mientras
pidamos algo de comer, a ver si nuestro poeta aparece en su “carroza”.
Apropiado. Lo sabía, siempre he sido bueno para estas cosas. La verdad es que
no. Espero que la camarera no nos reconozca, porque me muero de hambre y no me
apetecen problemas. Todo seguro. Pues no sé qué me pone más nervioso, que me digas
eso mientras te levantas la camiseta o que lo hagas para enseñarme la pistola.
Todo son quejas, eso sí se te da bien. Bueno, uno de los dos tiene que hablar
aquí, aunque sea para quejarse, que soso que eres, coño. No soy comediante. No
podrías ni queriendo, que tienes menos gracia que un lunes de resaca. Puede
ser. Paso de tu culo, vamos a comer, y deja la pistola en el coche, que no me
fío de ti. Siempre quejas.
Anotación. 15:30. Seguimos esperando por Rojas. John
y yo llevamos varias horas esperando en mitad de una montaña en la que hay una
estación de servicio aprovechando un viejo descampado. Estamos lejos de la
ciudad así que aquí nadie debería conocernos. John sigue igual de apático que
siempre, su cara sigue transmitiendo sus pocas ganas de hacer amigos. Rojas
seguramente esté haciendo prosa con alguna chica guapa que habrá visto al
pasar. Entraremos a comer algo. Recuento de medios. Yo pongo las armas,
sub-fusiles MP5 con miras réflex y silenciadores; un TAR-21 a petición de John,
un Barret M92 .50 para mí y una AA-12 con una bayoneta para Rojas; munición
anti-personal y anti-blindaje de varios calibres, C4 del mercado negro, granadas
de fragmentación y una M249 SAW por si las cosas se ponen feas. Yo no tengo mi
Skyline, pero John siempre ha dado la talla con su Honda NSX así que no es un
punto flaco, además tenemos el Hummer H4 tuneado de Rojas para allanar el
camino. Fin de anotación.
No me digan los señores que un servidor llega tarde de nuevo,
el tiempo vuela raudo en estos lares donde la bellas muchachas corretean
bucólicas por los márgenes de las sendas. Vaya, aquí está nuestro hidalgo
caballero, enhiesto, como siempre. Dinosaurio bufón. Mas no entiendo tamaña
osadía, noto aspereza donde debería haber regocijo de encontrar nuestras
personas de nuevo reunidas en esta empresa. Manda cojones, como si lo
hiciéramos por gusto, cállate anda y vámonos de aquí. Ya era hora. Como
indiques Fernando, mucho gusto en encontrarnos de nuevo; John, siempre es un
placer. Tienes razón, hace ya un par de años. No suficiente tiempo. A buen
recaudo se halla tu educación, bajo llave, en tu negro corazón. Vaya hombre, lo
que faltaba, nada de peleas “peques”, después de este trabajo podemos
retirarnos y quitarnos de encima al cartel, a los rusos y hasta independizarnos
y salir de casa de "mami y papi". Te escucho pues, jefe. Habla.
Ambos estuvieron conformes con mis ideas y con el plan. Era el momento de zanjar las cuentas pendientes y de acabar con el chantaje. Iban a borrar a todo el hampa de la ciudad de un plumazo. Llega un momento en el que las situaciones desesperantes se hacen insoportables, la desesperación supura dentro del pecho como pus negra hasta que tarde o temprano la cosa estalla; entonces es cuando el hombre desesperado lucha por ser tan fuerte como un río y llegar al mar, o evaporarse en el camino. Pobres los que se hallen en el curso de una fiera herida que busca dejar de estar acorralada, ahogados en el torrente de sangre y lágrimas hasta que los enemigos cejen o la fiera sucumba.